[Jorge Villanueva]

La increíble vida de

Antonio Paredes Candia



Vender libros de creación propia y escritos por autores bolivianos es una hazaña en un país como el nuestro, donde el porcentaje de gente con afición a la lectura es ínfimo y hasta casi nulo. Al respecto, alguna vez Raúl Botelho Gosálvez escribió en el prólogo de un libro de cuentos que “Bolivia es un erial de la cultura”.

Por ello esta nota está dedicada a destacar la existencia increíble del tradicionista paceño Antonio Paredes Candia (1924-2004), un hombre que durante toda su vida se dedicó a escribir, publicar y vender personalmente su producción cercana al centenar de textos, entre cuentos, tradiciones, leyendas, bromas, adivinanzas, estudios sobre mitología de grupos étnicos de Bolivia, anécdotas y novelines con argumentos basados en la vida de gente humilde y sencilla.

Muchos de sus libros aún existen en puestos de venta callejeros, en ediciones modestas, con portadas en cartulinas no muy finas y páginas impresas en papel sábana; eso debido a que esas producciones eran sostenidas con sus propios y escasos recursos económicos. Otras, gracias al apoyo de la editorial “Popular” de Germán Villamor, ya son finísimas y hasta elegantes. Hay que ponderar también el aporte valioso de varios dibujantes bolivianos, entre los que se destacan Clovis Díaz de Oropeza y José Rovira.

VENDER LIBROS: OSADÍA

Vender libros propios en Bolivia es una terrible osadía. Durante muchos años hemos visto a destacadísimos escritores nuestros, prácticamente rogando para que alguna gente adquiera su producción literaria creativa. Y lo peor, el poco o ningún apoyo de medios de comunicación que tienen amplios espacios y suplementos para todo, menos para la difusión de libros bolivianos.

Aun conociendo esas limitaciones, Paredes Candia comenzó vendiendo sus libros en frías aceras paceñas y puestos momentáneos en ferias de pueblos y barrios alejados para culminar su actividad en un ambiente céntrico que ahora lleva su nombre.

FIN DE SU VIDA

La existencia cercana al fin de su vida no es muy conocida. Meses antes de su fallecimiento nos encontramos en su domicilio alquilado frente a la ex estación de ferrocarriles. En esa oportunidad, Paredes se expresó con mucha sinceridad mostrando su fuerte animadversión hacia las instituciones cuyos componentes visten uniforme, hacia los religiosos de sotana y también su desprecio hacia la política y casi la totalidad de políticos. Pero, ¡oh, destino!... el día de su entierro, la misa fue celebrada por un sacerdote católico de alta jerarquía eclesiástica; y su féretro, escoltado por soldados con uniforme militar.

En esa oportunidad, el cortejo fúnebre estuvo encabezado por el entonces presidente de Bolivia Carlos Mesa Gisbert y por su sobrino, el alcalde de El Alto José Luis Paredes.

El cuerpo inerte de Antonio Paredes Candia fue sepultado en la entrada del museo alteño que hoy lleva su nombre y que conserva la biblioteca y las valiosas pinturas que obsequió antes de su muerte. Una escultura con su inolvidable e inconfundible figura parece resguardar su tumba.

Ah, don Antonio… ¡cuántos recuerdos gratísimos de su noble, desinteresada y sincera amistad!

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