Estamos de acuerdo con que en materia internacional, sobre todo en un tema tan arraigado en el corazón de los bolivianos como es el mar, deberíamos unirnos y tratar de ponerle el hombro al país. Lamentablemente nunca fue así, ni antes ni hoy, y justamente en la cuestión marítima ha sido donde siempre surgió nuestro espíritu maligno, politizado, desconfiado.
Esto de las mezquindades sucedió, por ejemplo, en las negociaciones iniciadas con el llamado “abrazo de Charaña” entre los dictadores militares Banzer y Pinochet; pero mucho antes, un cuarto de siglo atrás, ya se había hecho todo lo posible por derrumbar las gestiones llevadas a cabo por nuestro embajador en Santiago, Alberto Ostria Gutiérrez, base esencial de lo que Banzer negoció posteriormente. Ya en los tratados de 1895, cuando Chile se avenía a cedernos extensos territorios costeros que le había arrebatado al Perú durante la Guerra del Pacífico, no faltaron opositores que se negaron a ratificar el Tratado de “Paz y Amistad” en el Parlamento, que, sin embargo, había sido ratificado por el Congreso chileno. ¡Y todavía Chile se atreve a decir que jamás le ofreció soberanía portuaria a Bolivia!
Este gobierno del MAS, que desmanteló enteramente la Cancillería y la llenó de legos masistas partidarios de la “diplomacia de los pueblos”, perdió más de un lustro miserablemente, creyendo que la política de “confianza recíproca” inducida por Chile, iba a acercarnos progresivamente al mar. Se tomó la agenda de los 13 puntos (la que calificamos de “agenda boba”) como el vademécum que nos llevaría muy lejos, y luego de cortesías y piropos con la señora Bachelet llegó al gobierno Piñera y nos mostró cuál era la realidad: nada. Ni siquiera quisimos solucionar lo del Silala de la tal agenda, que era posible. ¿Íbamos a estar todos los bolivianos de acuerdo con la “agenda boba” y con las boberías que se declaraban en nuestra Cancillería? Definitivamente, no. Hay que ponerle el hombro al país, al gobierno, si es racional. Pero es racionalidad lo que falta. Y por supuesto, profesionalismo.
Pues bien, la negociación de Charaña fue tomada como una peste porque la empujaba con determinación el general Banzer. La animadversión que se creó llegó al extremo de hacer tambalear a su gobierno. Hasta hace poco tiempo era señal de ignorancia y estupidez citar como positivo el encuentro de Charaña. Hoy, pasados los años, muerto el gestor, fallecidos los dos cancilleres militares y también los eficientes embajadores en Santiago, resulta que lo más rescatable de cuanto se hizo en materia marítima fueron nomás las negociaciones iniciadas en 1975.
La inquina llegó a tal extremo por la gestión con Chile que, cuando Banzer dejó el poder, en el primer Congreso que se instaló en 1979 la furiosa izquierda de entonces y algunos otros parlamentarios, incluyeron las negociaciones de Charaña dentro del pliego de acusaciones en el Juicio de Responsabilidades que se entabló contra el dictador. Se acusaba a Banzer de traición a la patria, justamente a propósito de estos tratos con Chile que fracasaron precisamente por ser contrarios a toda traición. Uno, el principal motivo, fue que el país se opuso al canje de territorios, única forma posible para que la gestión obtuviera éxito. Banzer tuvo que acatar la negativa. Tuvo que pedirle a Chile que eliminara la exigencia del canje de territorios, aunque sabía que las consecuencias serían nefastas. Porque si en Bolivia se aceptaba el trueque de tierra por tierra de áreas idénticas en extensión, a Perú le habría sido bastante más difícil dar una respuesta tan compleja e intrincada que rechazara Chile, negándose a tocar siquiera el Tratado de Lima de 1929.
Pero así somos los bolivianos y se perdió la mejor oportunidad. Eso es irreversible aunque el antecedente ha quedado para que Chile no se olvide. Ahora, a un lado de la historia, tenemos que hacer conciencia de que nada vamos a lograr en La Haya ni en ninguna parte, si el Servicio Exterior, en vez de servir al país, sirve al MAS. Si quienes nos representan en el exterior practican una diplomacia pachamamista, quedaremos a la deriva. No hay que olvidar que Chile como Perú destacaron a La Haya a sus mejores diplomáticos. De nada servirán todos los esfuerzos si no se toma en serio la diplomacia, si no se selecciona a la mejor gente, si se sigue dando prioridad a la hoja de la coca en todos los foros internacionales y si se continúa provocando a las naciones que no piensan como los teóricos del andino-centrismo. Si nuestra visión se va a guiar por las simpatías políticas pasajeras con naciones lejanas perderemos la amistad más conveniente y necesaria de nuestros vecinos. Si miramos al Caribe en vez del Pacífico no obtendremos nada bueno.
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