Quienes no cuentan con sistemas de seguro de enfermedad y maternidad en el país, y que son la mayoría de la población, deben recurrir a los sistemas privados de médicos, clínicas y medicamentos, pero el costo de estos servicios es muy alto y sube periódicamente porque al parecer se entiende que “quien necesita, paga”.
Entre los servicios de médicos, clínica y medicamentos, el presupuesto de una familia sube excesivamente y como los ingresos no se elevan en la misma proporción y con la periodicidad debida, especialmente los medicamentos cuestan “un ojo de la cara”. Productores nacionales e importadores de medicamentos elevan periódicamente los precios. Últimamente, aun antes del doble aguinaldo, los medicamentos sufrieron elevaciones excesivas y, luego, después de anunciado el doble beneficio por Navidad, los precios sufrieron nuevas elevaciones.
Es cierto que vivimos a las sombras del Decreto Supremo 21.060 que establece la economía de libre mercado o, mejor, que los precios son regulados por la oferta y la demanda, sin embargo productores y farmacéuticos han sobrepasado las líneas de la política económica y han llegado al abuso, sin que alguien les haga alguna observación.
El problema es grave porque hay economías hogareñas que viven al día, que lo previsto para médicos y medicamentos es lo mínimo y, además, extraordinario, que de todos modos se debe cubrir. Hay también, y en mucha cantidad, personas que no tienen dinero ni para adquirir lo mínimo que pueda recetar, por ejemplo, el Hospital de Clínicas en La Paz; consecuente con este extremo se produce dejadez y se recurre en algunos casos a la medicina tradicional que también tiene costos altos, pero menores a lo que cobran los médicos.
Muchas veces se hizo notar al Ministerio de Salud las anomalías existentes en la venta de medicamentos, pero vanamente porque no se toma medidas preventivas y de solución para problema tan álgido. En el sentir de las autoridades, parece que todos poseen seguros y medicinas, clínicas y atención de toda naturaleza. La verdad es que es un privilegio contar con un seguro que normalmente es deficiente.
A los precios que se debe pagar en farmacias se añade el maltrato de quienes atienden en mostradores y hasta de algunos regentes bioquímicos que seguramente piensan que no debe haber reclamo alguno porque “ellos no fijaron los precios” y el público debe atenerse a lo que las etiquetas señalan. Muchas veces, pedir la fecha de extinción del medicamento es causa para ser objeto de malos tratos. Por supuesto, ni directores ni gerente ni asociación de farmacéuticos dice o hace algo para evitar los extremos. Será preciso que el Gobierno tome cartas en el asunto y, si fuera posible, importe medicamentos que, con seguridad, no costarán ni la mitad de lo que hoy se cobra en el mercado nacional.
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