Revolución del 10 de Febrero fue la más cruenta guerra que vivió Oruro



SEBASTIÁN PAGADOR LANZÓ LA PROCLAMA Y SE SUSCITARON LOS MÁS SANGRIENTOS ENFRENTAMIENTOS ENTRE ORUREÑOS Y ESPAÑOLES.

Oruro, (EL DIARIO).- La revolución del 10 de Febrero de 1781 fue la más sangrienta que jamás se vivió en Oruro. Los españoles fueron victimados a palos y piedras, otros escaparon y después, retornó la represión contra los orureños, porque fueron detenidos, encarcelados, traslados a pie a las cárceles de Buenos Aires y sentenciados a muerte lenta, sin alimentación.

Oruro tenía el nombre de Real Villa de San Felipe de Austria. Dependía de la corona española y sus autoridades eran nombradas desde la otra parte del mundo. La riqueza que se extraía en forma intensa se llevaba en carretas a los puertos del Pacífico y de allí se enriquecían las arcas del rey Carlos III.

Un día antes, el 9 de febrero, Sebastián Pagador emitió la proclama:

“Amigos, paisanos y compañeros: Estad ciertos que se intenta la más leve traición contra nosotros por los chapetones; esta noticia acaba de comunicárseme por mi hija; en ninguna ocasión podemos mejor dar evidentes pruebas de nuestro amor a la patria, sino en esta; no estimemos en nada nuestras vidas, sacrifiquémoslas gustosos en defensa de la libertad; convirtiendo toda la humildad y rendimiento que hemos tenido con los españoles europeos, en ira y furor…”.

Antes de la revolución del 10 de Febrero de 1781, hubo más de cien rebeliones o revueltas, calificadas en regionales o locales, por su espontaneidad o planificación, la mayoría de éstas tuvo un carácter anti fiscal, es decir, en contra del tributo, pero sobre todo en contra del reparto; hubo también rebeliones de la masa indígena contra los caciques, sobre todo cuando eran impuestos por el corregidor, o revueltas contra los clérigos por abusos de algunos curas o por tenencia de la tierra (folleto Oruro en el tiempo, 1606 - 2006).

En la Villa de San Felipe de Austria, la sociedad colonial se caracterizaba por ser estamental, cuya jerarquía se basaba en la riqueza, linaje y raza; de acuerdo a Fernando Cajías, la minería fue la actividad económica dominante, pero aleatoria, con ciclos de auge, de depresión, siendo la actividad más rentable y estable el comercio.

La coca, producto tradicional no pagaba impuestos, a consecuencia de las reformas se establecen impuestos a este producto, las protestas fueron inmediatas. Esta situación explica por qué, entre los acusados de ser cabecillas de la sublevación, estaban importantes comerciantes como Pedro Ascuas y Bernabé Pineda.

Para fines de 1780, la ciudad presentaba dos grupos antagónicos muy importantes: el primero formado por mineros-azogueros criollos como Jacinto y Juan de Dios Rodríguez, Diego Flores, Isidro de la Riva, Domingo Herrera; por los pequeños comerciantes como Bernabé Pineda, Gregorio Salamanca, Blas Gascón, entre los otros aliados como el partido criollo. El segundo grupo giraba en torno al corregidor Urrutia y su séquito vasco entre los que se encontraban Fernando Gurruchaga y Manuel Mugrusa, José Ruiz de Soriano, entre otros, conocido como el partido europeo.

Los conflictos económicos, políticos y la rivalidad entre criollos y europeos, generaron un ambiente propicio para que se diera la sublevación, sin embargo, fueron tres causas desencadenantes: La noticia y la propagación de la rebelión de Túpac Amaru, las elecciones de alcaldes del 1 de enero de 1781 y los conflictos en las milicias que se aprestaban a defender la Villa.

El corregidor Manuel Urrutia organizó una tropa de trescientos hombres, nombró capitanes y demás oficiales como don Manuel Serrano. El 9 de febrero, a las diez de la noche salieron del cuartel algunos soldados de la compañía de Serrano, pidiendo socorro a los demás, y averiguada la causa, Sebastián Pagador respondió en voz alta los detalles de la famosa proclama, difundiéndose el mensaje insurrecto por toda la Villa de San Felipe de Austria. Sebastián Pagador recordó las vejaciones que sufrían por el gobierno español y sus seguidores y otras razones que exaltaron los ánimos. Estallada la revolución, el corregidor Urrutia, fugó a Cochabamba a pedir auxilio, pero los españoles, los funcionarios públicos, los vasallos del rey, se asilaron en la casa de José Endeyza, que luego de un tenaz combate, el pueblo arrojó cestas incendiarias de ají, para contrarrestar las armas de fuego, hasta destruirlas.

Los españoles más notables fueron victimados a palos y piedras. Los orureños, al pasar por la calle del Correo, quitaron las armas del rey, que estaban fijadas sobre la puerta, pisándola y ultrajándolas. Según los orureños, en esta tierra había fenecido el reinado de Carlos III.

La Revolución de Oruro fue una verdadera iniciativa de la Guerra de la Independencia, con el deseo manifestado de constituir una patria libre. Los hechos referidos por un historiador realista, los documentos oficiales y parte del corregidor Urrutia, convencen de aquello. Los pasquines sediciosos, según la “Relación Histórica” corroboran este hecho. Los iniciadores y promotores de la revolución, fueron los criollos vecinos más acaudalados de Oruro, como Juan de Dios Rodríguez, Jacinto Rodríguez, Delgado, Amezaga, Lazo, Serrano, Gardum, Menacho, Montesinos, Azurduy, los Herrera y Galleguillos. El pueblo de Oruro armado de hondas y palos, destituyó a las autoridades establecidas y proclamó franca y explícitamente patria y libertad. Hubo 62 muertos, de los cuales 27 eran españoles, 14 negros, 1 criollo, 1 mestizo y 19 indígenas.

Oruro quedó en ruinas, después de la revolución del 10 de Febrero de 1781. Las casas estaban destruidas, porque tres años después, cuando todo estaba en calma, retornaron los españoles, persiguieron a los orureños, casa por casa, detuvieron a los cabecillas, le echaron sal a las casas derruidas, confiscaron todos sus bienes, mataron a algunos, otros fueron llevados a las cárceles de Buenos Aires, muchos murieron en estado de inanición y otros locos, incluyendo a tres mujeres, María Quiroz, María Francisca Goya y Francisca Orosco.

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