En estos tiempos de incoherencias y actitudes sin sentido de responsabilidad, de olvido de la integridad y seguridad de la Nación, es justo y necesario recapacitar y preguntar ¿hacia dónde vamos? Hemos perdido mucho tiempo abatidos por la incapacidad, sin obtener resultados positivos. Nos estamos refiriendo al enclaustramiento marítimo que soportamos desde hace más de un siglo.
Las nuevas generaciones tienen que conocer la verdadera historia de la invasión chilena. Deben saber cómo fue preparada esa agresión, cuántos buques de guerra estaban anclados en puerto, mucho antes de la irrupción violenta en Antofagasta el 14 de febrero de 1879. Eran claros los propósitos y objetivos que perseguía entonces la oligarquía chilena. A la luz de la verdad, es evidente nuestra tragedia, la pérdida de inmensas costas del Litoral, que están en poder del invasor.
Tampoco deberíamos olvidar que el río Lauca fue desviado por el mal vecino para que esas aguas irriguen Azapa, que de desierto fue convertido en valle de gran producción agrícola. También hace uso abusivo de los manantiales del Silala, cuyas aguas utiliza para abastecer las grandes minas de cobre de Chuquicamata y otras ciudades e industrias del norte chileno, sin pagar ni un centavo. Con esa riqueza usurpada se ha convertido el país vecino en segunda potencia bélica del continente.
Ahora no tenemos otro recurso que esperar que la Corte Internacional de Justicia, con sede en La Haya, dé su fallo sobre nuestra demanda marítima. Ojalá dicha sentencia sea justa y sirva para que el pueblo boliviano respire los aires del océano Pacífico.
Sin embargo es evidente que nunca hemos sido previsores para cuidar nuestra riqueza y bienes. Por eso, por ejemplo, hemos aniquilado el Ferrocarril La Paz-Beni, que hubiera servido de nexo de unidad y potencia nacional. Fue desmantelado y destruido el ferrocarril eléctrico Challapampa - El Alto, Guaqui-La Paz, perdiendo además la navegación turística del Lago Titicaca y la conexión del Ferrocarril Puno - Matarani - Mollendo, hacia el Pacífico. Muchas veces más vamos a repetir que la conexión de ese ferrocarril había servido para trasladar productos de importación y exportación de Oruro, Cochabamba, Potosí. En La Paz tenía ramas férreas que llegaban a las fábricas textileras Said, Soligno y otras, así como a molineras, y hasta en El Alto, contribuyendo en forma tangible al progreso de la ciudad de La Paz.
Debido a la improvisación y complicidad de gente sin patriotismo, toda esa carga de importación y exportación boliviana fue desviada a los puertos de Arica, Iquique y Antofagasta, potenciando el norte chileno. Estos despropósitos merecen una grande investigación, por la salvación del país y para prevenir otros males contra la economía nacional.
Tratando de alcanzar un camino cierto y seguro para nuestra amada Patria, los gobernantes y la Nación toda deben poner atención en lo que sucede, cada cierto tiempo, con la retención de cientos de camiones de transporte en Chile, sin que puedan dejar y recoger las cargas de exportación e importación de Bolivia. Lo cierto es que no existe el “libre tránsito” establecido en convenios que no son cumplidos.
Ante esa disyuntiva que afecta al interés nacional, el Estado tiene que cambiar sus procedimientos y con espíritu previsor considerar la propuesta de la República de China para: 1.- La construcción del Ferrocarril Mutún-Tacna, atravesando las regiones más importantes del país. 2.- La pronta conclusión de la carretera Viacha - Kollpa - Tacna, para llegar al megapuerto de Perú. 3.- Construcción de la carretera La Paz - Río Abajo - Cochabamba, con singulares proyecciones para seguridad nacional. 4.- Construcción del Ferrocarril Viacha - Guaqui - Desaguadero y empalmar con la trocha ancha de Puno-Matarani. Es una salida garantizada al Pacífico por la hermana república del Perú.
Haciendo realidad tan soñados proyectos se podría reparar en algo los errores cometidos anteriormente.
La bonanza que se dice que ahora existe podría servir para realizar lo que necesita como prioridad estratégica nuestra amada Patria.
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