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La vida de Carolina Herrera ha sido de leyenda. En 1981, con 42 años, lanzó su primera colección e hizo realidad el sueño de convertirse en diseñadora. Desde entonces, cada una de sus colecciones la llevaron a ser una de las creadoras más reconocidas en la historia del mundo de la moda. Entró en el exclusivo y reducido grupo de mujeres que, como Coco Chanel, Madeleine Vionnet o Jeanne Lanvin, consiguieron hacer de su propia vida una obra de arte. Porque en la vida de Carolina, la elegancia y el refinamiento siempre fueron de la mano. Nacida como María Carolina Josefina Pacanins y Niño en el seno de una tradicional familia de clase alta venezolana –sus orígenes se remontan al inicio del Virreinato y de ella surgieron hacendados y grandes políticos–, desde muy pequeña tuvo un ojo privilegiado para detectar el buen gusto.
Icono del chic y la sofisticación, en 1957 la tímida caraqueña se casó a los 18 años con Guillermo Behrens, con quien tuvo dos hijas –Mercedes y Ana Luisa– y del que se separó después de seis años de matrimonio. Sin embargo, Carolina encontró nuevamente el amor y en 1968 se casó en segundas nupcias con el aristócrata Reinaldo Herrera, en ese entonces marqués de Torre Casa –en 1992 renunció al título– y uno de los solteros más cotizados del jet set. Con él tuvo dos hijas más –Carolina y Patricia– y a partir de aquel momento comenzó a dividir su tiempo entre Nueva York y Caracas, y junto con su marido formó una de las parejas más elegantes y refinadas de Manhattan.
Educó con dedicación a sus cuatro hijas y después se lanzó al desconocido y despiadado universo de la moda. Muchas personas, entre ellas Diana Vreeland –la célebre editora de Vogue– y los condes de Crespi, la alentaron para que creara su primera colección. Pero fue Reinaldo Herrera, su marido y el hombre más importante en su vida, quien la impulsó a ser ella misma y hacer realidad su sueño.
El éxito no tardó en llegar: consiguió vestir a Jackie Kennedy durante los últimos doce años de su vida, y en 1986 se catapultó como la reina de la feminidad y el glamour con el traje de novia que diseñó para Caroline, la hija de John F. Kennedy. Hoy, treinta y tres años después de aquella noche en la que debutó en el Metropolitan Club y se perfiló como una promesa, logró convertir su marca en un negocio valuado en más de 450 millones de dólares, con más de trescientas boutiques alrededor del mundo.
Esta mujer inteligente y visionaria abrió las puertas de su mundo privado y habló de su vida, su familia y su imperio en su nuevo atelier de la Séptima Avenida, con la revista Hola de Argentina.
¿CÓMO FUERON SUS INICIOS EN EL MUNDO DE LA MODA?
Todo sucedió en 1980, cuando comencé a idear mi primera colección, que vio la luz un año más tarde en el Metropolitan Club de Nueva York. Recuerdo que a finales de la década del 70, personajes como Diana Vreeland o los condes Rudi y Consuelo de Crespi siempre me ponderaban y me insistían para que hiciera algo en el mundo de la moda. Pero creo que gracias a Reinaldo, mi marido, fue que decidí y logré hacerlo. Porque él más que nadie me soportó y me impulsó desde un principio. Siempre he pensado que el mayor apoyo que alguien puede tener debe nacer en casa y eso fue precisamente lo que me dio fuerzas para lanzar mi primera colección. Hoy, cuando miró para atrás, me convenzo de que fue mi perseverancia, mi dedicación y mi pasión lo que hicieron que pudiera alcanzar el éxito. Porque aunque muchas personas creen que en este mundo todo es lujo y glamour, debo decir que el trabajo que hay detrás es inmenso.
“Desde mis inicios, tuve muy claro que todas mis creaciones tenían que ser muy femeninas, sofisticadas y con mucho glamour”.
¿QUÉ ES LO QUE HACE A UNA MUJER ELEGANTE?
Varias cosas. La primera es la individualidad. Y no me refiero a lo que llevas puesto, sino a cómo lo usas y cómo lo luces. Chanel decía: “La moda pasa, el estilo se queda”. Es por eso que estoy convencida de que para ser elegante, una mujer tiene que estar muy consciente de lo que proyecta, porque a la elegancia no la definen ni el dinero ni la belleza. Tiene que ver con la originalidad, con el estilo, con la forma de pensar, de moverse. Una mujer elegante es aquella que decora su casa con buen gusto, que sabe elegir libros y obras de arte. Esas son las mujeres que realmente sobresalen, ya que la elegancia es un don y nace genuinamente.
¿QUÉ ES LO QUE CONVIERTE ÚNICO A UN DISEÑO DE CAROLINA HERRERA?
Mis creaciones siempre van a seguir una estética basada en la feminidad. Yo diseño vestidos pensando en que deben ser admirados tanto por hombres como por mujeres. Me gusta, igualmente, siempre aportarles el justo equilibrio entre modernidad y sofisticación. Un vestido de Carolina Herrera tiene que combinar perfectamente con quien lo lleva para que realmente luzca como ningún otro.
¿EN QUÉ SE INSPIRA CUANDO DISEÑA?
Yo creo en todo aquello que pasa por mis ojos. La inspiración es un ejercicio constante que me hace estar muy atenta a todo lo que me rodea, porque donde pongo mis ojos pueden estar las musas. Ya sea en un museo, leyendo un libro, viendo una película, visitando un palacio o simplemente tirada sobre la playa, siempre intento ejercitar mi habilidad para inspirarme. Creo que es algo que jamás podría dejar de hacer, porque crecí haciéndolo y es lo que me ha ayudado a crear cada una de mis colecciones. Estoy convencida de que los ojos y el talento van de la mano. La magia está en lo que haces con ellos.
¿CÓMO ES UN DÍA EN LA VIDA DE CAROLINA HERRERA?
–Ningún día en mi vida es igual a otro, porque esta profesión siempre te lleva a hacer cosas distintas. Sin embargo, la única rutina diaria que tengo es la de desayunar en mi cama con Gaspar [caniche] y Michael [bóxer], mis adorados perros, a mi lado. Eso es de las cosas que más disfruto en la vida y que no cambiaría por nada.
¿QUÉ ES LO QUE MÁS LE GUSTA DE SU TRABAJO?
Sin duda, ocuparme de mis nuevas colecciones y planear el futuro. Explorar las tendencias y crear nuevos diseños. Mezclar colores e idear el tramado de los textiles de la próxima temporada, porque cada colección tiene sus propios géneros. Me encanta rescatar diseños antiquísimos y darles vida nuevamente. Aunque muchos famosos lo detestan, adoro que una persona se acerque a saludarme y me pida sacarse una fotografía conmigo. Creo que es lo más halagador del mundo y me río de aquellos que lo critican.
¿LE QUEDA ALGUNA ASIGNATURA PENDIENTE EN SU VIDA?
No me queda una, ¡me quedan muchísimas! Y creo que aunque llegara a vivir cientos de años más, jamás terminaría. Porque soy una persona muy curiosa y eso es lo que hace que nunca me aburra y que sea una mujer muy fantasiosa que aún cree en los sueños. Porque justamente mi mundo, que es el de la moda, es un mundo de sueños.
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