De trampas propias y falta de ética

En estos tiempos de “estrategia envolvente” todo requiere doble lectura. Pero parece nomás cierto eso que se escuchó de que ellos mismos se tendieron una trampa cuando aceptaron la norma que prohíbe utilizar los bienes del Estado para el proselitismo re-re-eleccionario. Había una remota esperanza, que es lo último que se pierde, de que la hubiesen incluido en la Ley gracias a una ráfaga ligera de sentido común, cuando es ya imposible que hubiese sido de ética o moral política. Pero no.

Hecha la ley, hecha la trampa. Por mucho que las declaraciones oficiales encuentren siempre excusa, es también cierto que toda la infraestructura del Estado, que se financia con el aporte de todos, sirve hoy para la campaña proselitista. Y que todo lo que ocurre, bueno o malo, se usa y sirve para llevar agua al molino propio. Hasta el árbitro electoral las justifica con argumentos por lo general tan deleznables como la tierra de los cerros remojados que está sepultando humildes caseríos en el país.

La evidencia más clara, por el lamentable uso que se les da, está en los medios de comunicación del Estado que hoy le sirven sólo al gobierno. El viernes 7 de este mes, por ejemplo, el periódico Cambio publicó en primera página una fotografía distribuida desde Palacio a todos los medios con la leyenda “foto de tapa”. Es la de un sonriente candidato vicepresidencial “cargando” cuatro bolsas de fideo al llegar al TIPNIS, bajo un gran titular “Más alimentos y médicos para afectados por lluvias”.

Todo el aparato estatal movilizado para convencer a los convencidos de que el vicepresidente-candidato se preocupa y trabaja por los damnificados. Y sobre todo por los del TIPNIS, entenados del gobierno por defender su territorio ante los afanes de dividirlo con un camino. Todo es cuestión de prioridades. Ese mismo día, otros medios titulaban, por ejemplo también, “Morales critica, pero respeta fallo arbitral”, “Procuraduría analiza pedir nulidad del fallo sobre Rurelec”, “Anulan reforzamiento de fin de año y aprobación es con el 51” y “Morales y Bachelet deben superar a Banzer y Pinochet”.

El punto crítico es que en el “todo vale” con tal de ganar en octubre tienen que haber algunos campos ética y moralmente vetados al pregón electoral. Utilizar la desgracia ajena que, según cifras oficiales, aqueja a más de 54.400 familias en todo el país para pregonar sensibilidad y preocupación social con tal de ganar votos es condenable hasta por sentido común. La gente diferencia la propaganda de la información. Por lo demás, los funcionarios públicos, con el presidente a la cabeza, que trabajan para ayudar a resolver esos problemas sólo cumplen su deber. Para eso fueron elegidos o contratados. Y para que trabajen se les paga un salario y se les facilita vehículos, aviones, personal de apoyo y otras prebendas adicionales.

Los problemas comienzan cuando se confunde -porque el maravilloso instrumento del poder es tentación a todo y hace creer que se puede todo-, la propiedad estatal con la privada. En Venezuela, por ejemplo otra vez, a un año de la muerte de Hugo Chávez sus hijas Rosa Virginia y María Gabriela se resisten a dejar la residencia presidencial como si fuera un legado de su padre como herencia. El actual presidente, aunque fue su delfín y es de la misma comparsa política, se tiene que chupar los caprichos de “las infantas”.

Como diría el presidente, “es su derecho”. Lo cierto es que la trampa propia dejó con los crespos hechos al presidente del senado que había anunciado que la inscripción de militantes se haría, entre otros lugares, en la gobernación de La Paz. Y al presidente de diputados que considera “absolutamente legal” hacerlo en las oficinas de la Cámara “porque estamos en democracia y consideramos que no hay óbice, ni obstáculo alguno”.

De no ser por culpa de la “trampa propia” (¿o gracias a ella?), el país vería hoy azorado las oficinas de la administración pública llenas de “revolucionarios” de cinco bolivianos en respuesta al llamado del ministro de gobierno para que “vengan con el MAS, que van a protagonizar la historia. Vengan al Movimiento Al Socialismo, vengan al proceso de cambio, va ser lo más grande que van a protagonizar en su vida”. En realidad, de gente interesada en disfrutar, ad aeternum, de los privilegios del maravilloso instrumento del poder. Como bien propio, comprado o adquirido con un carnet de militante partidario, que les acredita su condición de revolucionario con derecho a todo.

En todo caso, más allá de la anécdota y cualesquiera sean el lugar y el justificativo de inscripción de la gente, la señal marca el inicio de un proceso inexorable de separación del trigo y de la paja porque la militancia y la consecuencia ideológica no dependen de un carnet de militante, por atractivo que sea su diseño.