Buscando la verdad
Justamente, cuando más lo andaba buscando, lo encontré. Sin embargo, luego de que lo hallé, después de haberlo intentado tanto y de tantas maneras, no sabía si podría conservarlo y eso atormentaba a mi ser. Buscar sin poder hallar, obtener sin poder retener, torturaba mi alma. Porque, ciertamente, “gustar”, “querer” y “amar” no es lo mismo. Leí por ahí que lo primero suele significar “por ahora”; lo segundo, “por un tiempo”; pero lo tercero implica “para siempre”.
Amar, amar, amar. ¡Todo el mundo ansía amar y ser amado, pero pocos son los dichosos que después de conquistarlo lo pueden preservar! La tarea no es fácil, es cierto, pues no resulta nada sencillo estar dispuesto a dar sin esperar algo a cambio. Y en ese camino de probar y errar, la vida nos llega a enseñar que el amar de tal manera es posible, pero lamentablemente lo entendemos y nos lamentamos muchas veces cuando se ha dejado pasar la oportunidad de hacerlo.
No es que no se pueda, pero de verdad que cuesta, porque no es fácil dejar de ser uno, para rendir la vida a favor del ser que se ama, y pasar del “tú” y “yo”, para ser “nosotros”. El amar es dar, es perdonar, estar dispuesto en todo instante a resignar todo de sí, a morir cada día por el bienvivir de la pareja: a darse el uno por el otro. Eso aprendí en mis veintitrés años de casado, o tal vez debería decir, más bien, luego de treinta años de haber conocido a la mujer que daría un giro a mi vida, gracias a Dios, para bien.
Naturalmente, al experimentar el amor no acabaron mis problemas y tampoco no es que no los tenga más hoy, sin embargo, ¡qué hermoso el vivir todos estos años acompañado! No es que, conquistado el amor, no haya habido más dolor, y tampoco que aún no lo haya, pero ¡benditas las noches de desvelo, de oración y hasta a veces de llanto, para vivir a su lado!
Esta experiencia de vivirlo todo, su juventud primero, y disfrutar hoy de la fruta madura es inigualable y no porque antes no hubiera tenido alguna ilusión o placer -ciertamente los tuve- pero ¡cuán diferente es pasar del gustar al querer, y de éste, al amor verdadero como Dios manda!
Todo este tiempo no es una simple estadística para mí. Las experiencias pasadas -buenas, malas, tristes y alegres- valieron la pena. Y si de algo me arrepiento es de no haber entendido antes la dimensión del amor, para dar más de mí esperando menos de ella. Por eso le renuevo hoy mi sincero amor y gratitud eterna, antes que sea demasiado tarde (dedicado a mi esposa Jannet Dalia Velasco Medina).
El autor es Economista, Magíster en Comercio Internacional.
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