Como las carreteras hacia los departamentos de Beni, Pando y las provincias del norte de La Paz poco menos que han desaparecido castigadas por las intensas lluvias que azotan al país, el Gobierno ha movilizado todas sus posibilidades aéreas para llevar socorro y vituallas. Pese a ello, la capacidad del Estado no es suficiente por vía aérea y la escasez de todos los medios de vida humana se erige como una seria amenaza en los vastos territorios indicados.
No obstante, niveles gubernamentales siguen ufanados de que sus recursos son considerables y que el país no necesita ayuda externa. Esta postura soberbia y falsa ha venido negando la necesidad de que el Beni sea declarado “región de desastre” por el Gobierno Nacional, como corresponde, para que los países amigos y los organismo internacionales puedan remitir ayuda, no bastando que dicha declaratoria la pronuncie la Asamblea Departamental, medida ya tomada. El Gobierno a través del Consejo para la Reducción de Riesgos y Atención de Desastres (Conarade) ha sostenido que mientras no se agoten sus recursos, no acudirá al auxilio externo (¿?). Inclusive se ha rechazado los bastimentos con los que podrían contribuir las delegaciones internacionales en el territorio.
Esas afirmaciones parten de la amplia difusión oficial en la cual el Primer Mandatario aparece ofreciendo reponer las pérdidas en sembradíos, viviendas, animales, enseres, etc. de la población afectada. Trascendida esta publicidad, no ha surgido ningún gesto de ayuda fuera de las fronteras. Nada se dice, en cambio, de las pérdidas de ganado vacuno en Santa Cruz y Beni, las que se hallaban estimadas en más de 45.000 cabezas, bordeando los 26.000.000 de dólares.
Las últimas adquisiciones de algunos helicópteros acaban de demostrar su escasa capacidad de carga, requisito importante para emergencias como la presente, sugiriendo la dotación de una flota de mayor capacidad con las disponibilidades financieras muy mentadas por el Gobierno. La misma situación impide enviar a destino las donaciones de ropa y alimentos de la ciudadanía, acopiada en distintos recintos. La situación desesperante en la que se encuentra la población beniana de localidades medianas y peor aún las comunidades del campo, exige la cobertura de la Armada boliviana, pero no se la ha visto operar en tan urgente y humanitaria tarea.
Con medidas como la declaratoria de desastre o cuando las vituallas puedan abarcar a buena parte de los damnificados, hoy despojados de sus humildes viviendas, de sus modestos bienes y de toda seguridad, se hace necesario que se atienda a las poblaciones como Ixiamas, San Buenaventura y otras más alejadas al Norte del Departamento de La Paz, cuyas quejas son por insuficiencia o abandono de las autoridades, clamando para que se las tenga en cuenta. Las calamidades de la naturaleza no han dejado de incluir a Potosí, Cochabamba y en general a todo el país, haciendo indispensable la solidaridad pública y privada.
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