Nacida en Jerusalén hace 31 años, la actriz Natalie Portman nunca imaginó que su regreso a casa, en su debut detrás de las cámaras, pudiera ser objeto de una controversia religiosa.
No tanto por el guión, una adaptación de Una historia de Amor y oscuridad, la novela autobiográfica del famoso escritor israelí Amos Oz, si no por el lugar elegido para recrear los tiempos del mandato británico en Palestina.
Se trata de los barrios de Mea Shearim y de Nahlaot, habitados por crecientes comunidades de ultra ortodoxos judíos, cada vez más visibles e influyentes en una ciudad considerada santa, venerada y reclamada también por cristianos y musulmanes.
Aunque el rodaje apenas ha sufrido contratiempos, varios grupos de “Haredim” -extremistas judíos- y algunos vecinos se han quejado del ajetreo de las cámaras y el ir y venir de personas y equipos cerca de instituciones religiosas, además del corte de varias calles al tráfico.
Según el canal 10, la televisión privada más importante de Israel, residentes de Nahlaot enviaron una carta a la municipalidad para quejarse de que los rodajes “se realizaban en calles cercanas a lugares religiosos sensibles como sinagogas y escuelas” y pedir que todo se supervisara con antelación para evitar ofensas.
Una misiva cuya existencia las autoridades de Jerusalén -que financian el proyecto con cerca de 460 mil dólares- se aprestaron a negar.
“Existe una constante tensión entre el deseo de celebrar la diversidad y el interés de Jerusalén y los grupos extremistas que tratan de evitarlo”, explicó la vicealcaldesa de la ciudad, Rachel Azaria.
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