La ciudadanía boliviana enfrenta a corto plazo un proceso electoral para elegir las autoridades que estarán a cargo de las riendas del Estado y, por tanto, de los destinos de la Nación (aunque ésta última hubiese sido desconocida por la nueva Constitución). Ante esa inmediata necesidad, ¿qué ofrecen los partidos políticos que luchan por tomar el Gobierno? ¿Qué dice el pueblo frente a esas tiendas partidarias? ¿Qué esperanza se puede tener en esos organismos que, aparte de los tradicionales, han aparecido como hongos después de la lluvia?
En primer lugar y en términos generales, se puede decir que todos los partidos políticos que participan en la vida nacional nada nuevo ofrecen y menos proponen la solución de los grandes problemas nacionales, más bien pareciera que los han olvidado.
En ese sentido, ni la menor referencia hacen a la Patria, al lugar de origen de nuestros padres, tampoco a la nación, es decir al amor a la tierra donde se ha nacido. No les interesa territorio, economía, lenguaje, población, cultura, que son los aspectos estructurales que conforman una Nación. A lo más, los interesados en la actividad política hacen referencia al Estado, que es solamente la entidad política encargada de administrar los bienes y recursos de la Nación y que no pasa de ser un organismo encargado de la seguridad interna y externa de la nación.
Si por un lado los partidos políticos existentes (y los recién aparecidos) han dejado en el olvido la necesidad de fortalecer la Nación, por otro, no prestan la menor atención a aspectos estructurales internos, como el que se refiere a la cuestión agraria en sus diversos aspectos, el asunto minero en lo relacionado con el sistema de producción, el problema de los trabajadores gremiales, el candente caso de la producción de coca y, por tanto, de cocaína; la migración del campo a las ciudades, y otros numerosos asuntos concretos que son el pan de cada día de la ciudadanía.
Pareciera que los partidos que se presentarán en las elecciones próximas sólo se limitan a hacer ofrecimientos nebulosos y abstractos, sobre bondad, tranquilidad, amor, comodidades y algunos aspectos que no se aproximan ni en lo mínimo a las verdaderas necesidades que agobian a la población. En todo caso, si bien en algunas oportunidades, los partidos ofrecen algo objetivo, se trata, en realidad, de aspectos secundarios. Es más, se pone énfasis en esos temas conocidos como “súper estructurales”, que tienen relevancia efímera y superficial en la vida de los pueblos, problemas que son efectos y no causas.
En ese sentido se puede decir que los programas partidarios de actualidad no ofrecen un diagnóstico acertado de la actual realidad nacional y tampoco ofrecen algo objetivo, lo cual los inhabilita para cumplir un rol verdaderamente positivo en nuestro acontecer. Al respecto, se puede decir que, estudiados los documentos que a diario presentan los organismos partidarios, se encuentra que todos ellos se limitan a considerar los efectos de la realidad y de ninguna manera tocan las causas mismas de los agobiantes problemas que padece el pueblo. Tampoco se sabe a dónde se dirigen esos organismos. Pareciera que sólo quieren participar de las delicias del banquete de Epulón, del que está gozando la economía y del abundante presupuesto del que goza el país de manera momentánea y precaria, gracias a las altas cotizaciones de materias primas, bonanza que puede derrumbarse de un momento a otro y dejarnos en peores condiciones que nunca.
De ahí que se observa que los partidos políticos, salvo alguno que otro, padecen de total vacío programático, ideológico y político, lo cual podría hacer de las próximas elecciones inocuas e intrascendentes.
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