[Armando Mariaca]

Unidad para conciliar intereses y propuestas


Desde hace mucho tiempo y más concretamente en los últimos ocho años, hay situaciones de incomprensión, contrariedades, contradicciones, descontentos, desacuerdos que concluyen, muchas veces, en una especie de convulsión social en detrimento de los intereses del Estado y de las conveniencias o intenciones del Gobierno; pero, en grado máximo, contrarios a los intereses, criterios y entendimiento de las mayorías nacionales que, si bien parte de ellas concuerda con el partido de gobierno, otra, tal vez la más numerosa, no está de acuerdo con las políticas llevadas a cabo.

El país es, en primera y última instancia, el perdedor de todo lo que no tenga compostura ni ingrese en acuerdos entre las partes que cuentan con poderes políticos, económicos o sociales. No conviene perder de vista que por cualquier diferencia habida en la población, es ella misma la que paga las consecuencias, porque la ausencia de acuerdos impide el encuentro de remedios a situaciones que muchas veces son álgidas, discordes con los intereses generales.

Debemos convenir todos los bolivianos -empezando por el Gobierno- en que la ausencia de unidad es la causante de nuestras desavenencias, desacuerdos, incompatibilidades y desaciertos. No convergemos hacia los mismos objetivos porque, lamentablemente, en todas las esferas dirigentes prima mucho el nepotismo, el creer que son la única solución para los diversos problemas; se sienten poseedores de la verdad absoluta y que los demás no valen, no cuentan, no importan.

Se olvida, con gran facilidad, que el país es de todos y que todos debemos converger hacia su desarrollo y progreso; convenir en que la falta de unidad complica nuestra vida y no da lugar al encuentro de remedios que, bien sabemos, pueden estar en poder de cada uno de los interesados. Convenir, finalmente, en que no hay problema difícil e imposible que el ser humano, con voluntad, valores y espíritu constructivo pueda remediar; pero, para ello, es preciso conciliar criterios, intereses, conveniencias que, con seguridad, son de las partes en discordia.

Vivimos en tiempos pre-electorales donde se desarrolla una especie de campañas proselitistas y donde emergen las creencias de que cada quien es lo mejor, lo que conviene al país, lo que interesa a la población y todo eso no es verdad porque cada partido, cada grupo, cada fracción política, cívica o cultural ve los problemas y las situaciones de diversa manera y lo que se debe buscar es conciliar, concordar y convenir en el encuentro de lo que convenga a todos.

Tanto al Gobierno como a los partidos políticos, instituciones cívicas, culturales y al pueblo conviene que la institucionalidad tenga vigencia, que el imperio de la Constitución y las leyes sean efectivas. Cuando se haya tomado conciencia de todo ello, se convendrá en la urgencia de componer y ajustar los acuerdos de todos los que estaban opuestos entre sí; se convendrá en que los intereses de las partes eran iguales y que la desunión, discrepancias hasta por cosas baladíes, han determinado el surgimiento de rivalidades porque el pueblo no puede entender cómo los hijos de una misma Patria pueden vivir casi enfrentados, creídos de ser la solución para este país cuando, en verdad, si hubiese un examen decidido y honesto de conciencia al calor de los intereses del bien común, se llegaría a la conclusión de que ninguno ha llegado a la cima de los conocimientos, las intenciones y la voluntad de hacerlo todo perfecto y acorde con las conveniencias del momento.

Es preciso que el Gobierno cambie rumbos y reconozca que tiene muchos errores que lastiman al país y, por su parte, la oposición o, mejor, los partidos que esperan terciar en las elecciones, sean propositivos y entiendan que milagros no serán posibles pero sí voluntades, actitudes, propuestas e intenciones realizables, sostenibles. La colectividad nacional, créase o no, sabrá responder a lo bueno que se haga y, en su momento, exigirá rendición de cuentas por lo malo que se haya obrado.

Mientras no se entienda que la unidad puede ser el timón que dirija las futuras acciones, será difícil encontrar cauces de solución a los diversos problemas; pero, ¿será posible que el orgullo de los protagonistas permita examinar la realidad y adoptar conductas dignas? En cada protagonista del acontecer diario está la respuesta.

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