Desde siempre hemos sabido que vivir en condiciones precarias, acuciados por la pobreza, enfermedades y toda una suerte de necesidades o situaciones desventajosas que -como todos conocen- no son atendidas o solucionadas totalmente en ningún sitio del mundo, no es digno. Asimismo, es lo contrario para quienes gozan de comodidades, abundante comida, hasta para desperdiciarla, fuera de que pueden darse el lujo de hacer gastos superfluos que denotan ostentación.
Es por eso que la atención a los problemas sanitarios, de vivienda, desempleo y otros, que afrontan los grandes sectores poblacionales, tiene que ser una prioridad para todo gobierno o autoridad, aunque también es cierto que solamente atenderlos no significará una vida digna, pues faltará que se les proporcione educación, en suma, formación, capacitación, preparación para afrontar el futuro, y recién, se afirma, se podrá vivir dignamente.
Es bueno recordar al respecto el siguiente dicho: “no le des pescado, enséñale a pescar”. Se entiende de ese modo que ya no basta lo material únicamente, tales como las subvenciones y bonos, aunque cumplen o hayan cumplido con su cometido, con la finalidad de que todos vivan dignamente.
Por otro lado, no está por demás destacar que sólo viviremos decorosamente cuando el ciudadano aprenda a respetar los derechos de los otros, haciendo hincapié en el aforismo “vivir y dejar vivir”, teniendo en cuenta asimismo que las prerrogativas de uno terminan donde comienzan las de los demás. Es que si no fuera de ese modo estaríamos inmersos en una sociedad caótica, donde deplorablemente -como viene sucediendo en muchos casos- se impone la “ley del más fuerte”.
¿Cómo vivir dignamente? Cuando hayan sido solucionadas todas las necesidades apremiantes de los menos favorecidos en todo sentido, y a la vez nos respetemos los unos a los otros, quizá como antes sucedía, en tanto que hoy pareciera que se impone una especie de “sin razón”, cuando determinados grupos y sectores sólo velan por sus intereses particulares y en desmedro del resto, como acontece con quienes bloquean y toman arbitrariamente las vías públicas alegando que lo hacen por su “supervivencia”. Al respecto existen innumerables ejemplos, que ya ni es necesario señalarlos, pues constituyen el pan de cada día.
Quizá sea una utopía encontrar la solución para los problemas de todos, sin embargo es lo que debe hacer, o al menos tratar de hacer todo mandatario, con el expreso fin de encontrar una respuesta a la pregunta: ¿cómo vivir dignamente? En aquel momento se podrá hablar de verdadera equidad y justicia social. ¿Será posible? Digamos que todo está en manos del hombre, que a la vez no deja de ser lobo del hombre.
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