De manera constante, la delincuencia azota al conjunto de la población boliviana, en donde se evidencia el escaso poder de la fuerza del orden público, del sistema penitenciario, del sistema de administración de justicia, falencias que concadenadas implican resultados pocos halagadores en materia de seguridad ciudadana, y se evidencia la escasa presencia del Estado en nuestras calles.
La seguridad ciudadana no implica tener una Ley que no se cumple ya que, como reza un adagio popular, “el papel aguanta todo lo que se escriba”; tampoco significa realizar de manera constante y en diversas ciudades del país las ya famosas “Cumbres de Seguridad Ciudadana”, en donde las diversas autoridades se reúnen y si bien llegan a acuerdos, los mismos no se materializan.
La población es conocedora de que el sistema penitenciario no cumple con el principal objetivo que tiene, el cual no es el castigar a la persona que cometió un delito, sino es corregirla y enmendarla para así reinsertarla en la sociedad y que tenga un papel al servicio de ella, es decir, rehabilitar a la persona que ha sido condenada.
En varias ciudades del país, los vecinos no tienen otra opción que efectuar “justicia por mano propia”, con la cual no estamos de acuerdo, porque no tiene asidero alguno en las normas y prácticas de un Estado de Derecho, pero es la única opción que tales vecinos tienen para defenderse y enfrentar a la delincuencia. Otros optan por cerrar las calles de los barrios en los cuales viven, lo cual tampoco significa seguridad ciudadana, ya que el aislarse no es la solución al tema en cuestión, como tampoco lo es que exista un policía en cada cuadra o que los militares salgan de vez en cuando a las calles a sentar presencia.
Siempre se han efectuado medidas cortoplacistas, las cuales están en vigencia mientras la atención de la opinión pública está latente, pero luego todo vuelve a la (a)normalidad y nadie se encuentra seguro ni en las calles, ni en el propio hogar.
Fácil sería criticar a la fuerza policial, pero la realidad que ellos tienen no es de las mejores, ya que los equipos no son los mínimamente adecuados, y no se puede esperar un cuerpo policial acorde a la realidad, si los que delinquen están mejores preparados que los primeros.
De igual manera, más que una policía con equipo de última tecnología, se requiere una población con alimentación y trabajo estable, en donde no se golpee al bolsillo de los ciudadanos, quienes deben tener ingresos acordes con la realidad, necesarios para cubrir las necesidades básicas de alimentación, ropa, gastos del hogar y también el ahorro familiar. A la delincuencia se la ataca frontalmente generando trabajo y mejores condiciones de vida para el conjunto de los habitantes.
Nos referimos a que en vez de buscar llenar las sobresaturadas cárceles, se debe atacar la raíz de estos problemas, y hacerlo a la mayor brevedad posible, con medidas a largo plazo y que sean sostenibles en el tiempo, ya que, en el peor de los casos, sería generar las milicias de ciudadanos armados que defienden sus zonas, tal como ocurre en México.
El autor es abogado.
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