[Manfredo Kempff]

Tiempo de injusticias


Si habrá algo por lo que nadie olvidará a este gobierno, entre muchas otras cosas malas, estará la sinrazón y el disparate imperante en la justicia. Ya escribimos sobre el tema la semana pasada y seguramente volveremos a escribir sobre lo mismo en la próxima, porque los acontecimientos en la judicatura nacional se van atropellando, se amontonan, producen un caos terrible, como han sido las denuncias, tardíamente recompuestas, del presidente del Tribunal Constitucional, señor Flores. Igual, aunque hubiera querido maquillar su acusación y quedar bien con el poder, el señor Flores tuvo que dejar el cargo, porque el MAS no perdona a los que se desvían ni un milímetro del dogma.

Este es un país que perdió la brújula del derecho y de la equidad hace mucho, pero que se ha multiplicado escandalosamente desde que el MAS asumió el mando. Y esa justicia cojitranca quedó tullida, desbaratada en su curul, con la toga y el birrete tirados por el suelo, cuando algunos genios convencieron a S.E. que para profundizar el “cambio” había que montar escenarios como patíbulos, que impresionaran a la gente. De ahí nació, posiblemente, la brillante idea de la elección judicial. El error más nefasto que pudiera concebir mente alguna.

Todos los bolivianos hemos sufrido las consecuencias de esta genialidad, pero, sin lugar a dudas, gran parte de la intención estaba dirigida contra Santa Cruz. Tener una justicia sumisa, obediente, con manga ancha, para hacer crujir a los terratenientes y oligarcas enemigos del proceso era fundamental. Desde el comienzo de la administración masista se empezó con los abusos indiscriminados a través del garrote judicial. Con la designación de los magistrados mediante un voto mentiroso, vino la hecatombe. Sólo así se pudo perfeccionar la canallada del separatismo camba que el MAS lo continúa señalando con dedo acusador.

En efecto, nada ha existido más maligno y canallesco para los cruceños que la acusación de terrorismo y separatismo que se nos han endosado desde las altas esferas oficiales, con el apoyo vergonzoso de magistrados venales y extorsionadores. El daño moral a Santa Cruz ha sido tal, ha estado tan perversamente planeado, que hasta ahora, pasados casi cinco años de las ejecuciones en el hotel Las Américas, los efectos del mazazo siguen lastimando y la unidad de los cruceños, que siempre fue su mejor arma, está hecha trizas.

Muchas cosas se han dicho y otras tantas se han escrito sobre los asesinatos de Rózsa, Dwyler y Magyarosi, sin embargo la pesadilla no cesa. Esos tres muertos son un baldón para Santa Cruz y eso continuará aunque todo el mundo sepa que los mataron premeditadamente personas que nada tienen que ver con la treintena larga de acusados que están en manos de la justicia en estos momentos, ni de los muchos más que han tenido que tomar las rutas del exilio.

¿Existe alguien más desprestigiado que el fiscal Soza en Bolivia? Creemos que no. ¿Queda alguna duda de que el fiscal Soza fue parte fundamental de la gran intriga montada contra Santa Cruz? Nadie lo duda. ¿Y por qué diablos no se esclarece esta situación y se dice la verdad? Porque no le da la gana al gobierno. No pueden echar por la borda un monumental esfuerzo que se hizo para sentar la mano definitivamente a los orientales. Para perseguirlos, encerrarlos y atemorizarlos. Y es por eso que desde S.E. para abajo se sigue hablando contra los terroristas y separatistas sin el menor pudor y con tono ofensivo.

Las invasiones de los ucureños a nuestra ciudad en otras épocas para el olvido, no son nada al lado de lo que sucede hoy. Entonces algunos cruceños fueron asesinados, golpeados, azotados, encarcelados, pero pasó. Se habían levantado voces atrevidas en Santa Cruz y el poder central reaccionó con innecesaria violencia. Pasó y nos recuperamos. Ahora no han golpeado al hueso sino al alma. No han roto costillas sino espíritus. No hay viudas sino madres y esposas consumiéndose. Hemos visto a un padre destrozado por la prisión de su hijo. Un padre corajudo que ha dicho a los cuatro vientos, cuando ya no tiene nada que perder, cuánto dinero le exigió el fiscal y cuánto más le estafaron, sin mover un dedo para hacerle justicia. Ese oprobio, ese estigma, no puede quedar impune. No hubo terroristas ni separatistas. Sólo hay tres muertos y ningún cruceño apretó el gatillo.

No sabemos qué irá a suceder en los próximos días y semanas con esto de la justicia en Bolivia. Pero a quienes la han violentado a su gusto, a los venales y obedientes al poder, esperamos verlos sentados ante un tribunal, y vigilar sin apartar la mirada los juicios para oírles cantar lo que quieran o sepan cantar. De alguna manera es necesaria una satisfacción a los muchos compatriotas que han sido atropellados por esta justicia inédita, elegida a dedo, y a los cruceños que ahora están apresados o en el exilio.

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