Combatir al narcotráfico, en todo el mundo, siempre ha sido misión imposible, porque el poder de quienes fabrican, comercializan drogas alucinógenas es tal que, comparativamente, puede decirse que ha causado más daño que todas las guerras juntas; cobran vidas y haciendas por doquier; corrompen todo lo que conviene a sus fines.
Empeñarse en luchar contra el narcotráfico en Bolivia ha sido labor cumplida por todos los gobiernos. En esa lucha han ayudado o, mejor, cumplido su parte, los países interesados en combatir el negocio de las drogas. Estados Unidos fue el mayor combatiente en esta causa y lo hizo -aunque no con la contundencia que merecía el caso- hasta que el Gobierno decidió expulsar a la DEA y a USAID. La DEA es una entidad formada para combatir en todas sus formas al narcotráfico y ha cumplido importantes funciones en nuestro país; su acción fue decisiva para disminuir el accionar de los narcotraficantes.
Estados Unidos, según últimos anuncios, ha decidido disminuir sus aportes a Bolivia para combatir al letal negocio; el Gobierno protesta y califica de “doble moral” la actitud del Gobierno del norte. Estados Unidos sabe perfectamente que su no intervención en las campañas y luchas contra las drogas rebotará en contra de su propio pueblo; por su parte, los productores de droga no disminuirán su accionar que cada vez será mayor; por supuesto, el principio de a mayor demanda más producción dará lugar al aumento de cultivos de coca, amapola, marihuana que al ser procesadas se convierten en drogas letales para la humanidad.
Hay dos verdades innegables: los países ricos y desarrollados, encabezados por los Estados Unidos, creen que sólo con dinero y ayuda logística se combatirá al narcotráfico; la “responsabilidad compartida” se cumple a medias porque los países en los que se producen las drogas llevan las de perder porque son pobres y subdesarrollados; por otro lado, se han acostumbrado a recibir ayudas y cooperación, pero sin tomar en cuenta que el problema no está en recibir menos ayudas sino en que si efectivamente se quiere compartir la responsabilidad entre consumidores y productores, lo que corresponde es luchar contra la pobreza mediante las inversiones para crear riqueza y generar empleo. Es preciso, pues, entender que la pobreza -excesiva en muchos casos- es la impulsora para los cultivos de coca excedentaria y otras hierbas alucinógenas porque no hay empleo y las necesidades obligan a cooperar, casi siempre involuntariamente y sólo obligados por la necesidad de subsistencia, con los empresarios de las drogas.
Lo práctico para nuestro caso sería dejar que la DEA continúe cooperando en la lucha contra el narcotráfico y seguramente que ello permitirá que las ayudas financieras y de logística se incrementen; de otro lado, expulsada la DEA, sin relaciones formales con los EEUU, ¿qué se puede esperar? ¿Qué se puede exigir si hubo hasta expulsión de USAID que cumplía importante labor?
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