Bolivia y su acceso al mar

Antes del encuentro de los presidentes Evo Morales y Michelle Bachelet, de Bolivia y Chile, sin ánimo pesimista dijimos que el mandatario boliviano por más buenas intenciones que abrigue, nada conseguirá del Gobierno de Santiago, porque su política negativa es invariable cuando se desea hablar de salida boliviana al Pacífico. De nada sirvió el obsequio de un charango a la ex presidenta, ni el partido de fútbol con Sebastián Piñera, ni la distraccionista Agenda de 13 Puntos. Los chilenos tienen una línea definida en relación con el tema marítimo desde Abraham Konig, el bárbaro emisario.

En ocho años de gobierno del Estado Plurinacional, dos ministros no han sido removidos por el Presidente, los de Economía y Relaciones Exteriores. El primero demostró competencia con “blindaje”, aparente bonanza, sólida economía que estamos malgastando con compras suntuosas. La Cancillería parece no tener una estrategia de política exterior razonable y seria. La diplomacia peca de ser ingenua e ineficiente. De esta cartera se echó a funcionarios de carrera para reemplazarlos por militantes oficialistas sin noción en el campo diplomático. Se expresó siempre: “hacemos grandes avances”, “estamos yendo a la definición de las líneas del mecanismo de trabajo”, “estamos a punto de abrir la puerta de la negociación”, “hay propuestas factibles, concretas y útiles”, “la demanda boliviana avanza y tiene respaldo internacional”, pero nada en concreto, hasta que Chile clausuró unilateralmente el diálogo en noviembre de 2010.

Bolivia tiene muchos entes encargados, fuera de RREE, el Ministerio de Defensa, la Dirección Estratégica de Reivindicación Marítima (Diremar), el embajador de “buena fe” de Bolivia ante el mundo, interlocutor internacional, actor de cine norteamericano, que fue un fiasco, el cuestionado embajador ante las NNUU, el ministro ante la OEA, el embajador ante la Unesco (que no se saca el sombrero ni para dormir), el Consejo Consultivo integrado por ex mandatarios y ex cancilleres, un ex Presidente de la República como embajador “extraordinario”, agente ante la Corte Internacional de Justicia y embajador en el Reino de los Países Bajos; la presidenta de la comisión de Política Internacional del Senado, el presidente de la comisión Constitucional de Diputados; parece existir cantidad antes que calidad. Para presentar la demanda contra Chile en La Haya, en la que se debió incluir los casos Silala y Lauca, viajaron diez ministras y ministros, cuando dos eran suficientes. Chile para conocer esta memoria envió al cuarto funcionario de su cancillería y nada más.

Lo que se sugiere en el caso marítimo es construir una política de Estado por encima de gobiernos sucesivos, no una política gubernamental que sólo representa una visión del país, tampoco debe ser electoralista.

El fallo de la CIJ a favor de Perú debe servirnos de ejemplo. Este país trabajó con profesionales de derecho internacional, con estudios y conocimientos sobre la materia en discusión, dominando lenguas oficiales de la Corte, inglés, oxfordiano, francés baizaquense, castellano y con una política de Estado. Los bolivianos debemos imitar, trabajar con expertos diplomáticos, no improvisados; se debe reforzar el equipo que conduce el agente ante La Haya, para obtener satisfacciones.

Después de 135 años de reclamos infructuosos a Chile, se ha interpuesto la demanda que es producto del soslayo de gobiernos chilenos. La pérdida del Litoral es la herida más profunda y el capítulo más negro de la historia de Bolivia.