José Carlos García Fajardo
La clave para entender la concepción existencial de los africanos está en su relación con el tiempo: se preocupan por el pasado, Zamani, hacia el que nos encaminamos, y viven el presente como capacidad de plenitud, Sasa.
En muchas lenguas africanas no existan palabras para designar el futuro y utilizan la misma palabra para “tiempo” y “espacio”. ¿Qué es el tiempo? La relación con nuestros antepasados; se venera a los ancianos porque son más maduros.
Sasa es el período más significativo porque es una extensión del presente que se proyecta en el pasado ilimitado. No creen en el “progreso” ni en un pretendido “desarrollo”. No se “nace del todo” hasta que no se ha atravesado todo el proceso: recibir un nombre, ritos de pubertad y engendrar hijos. La muerte conduce a la plenitud del Zamani.
Se nace para la vida inmortal; no se va de la vida a la muerte, como en Occidente.
Nuestro concepto lineal del tiempo es extraño al pensamiento africano. El futuro no tiene realidad porque no ha ocurrido. Sólo es una extensión del presente. Existen calendarios en los que se calcula los acontecimientos: una mujer encinta cuenta los meses lunares de su embarazo; un viajero, los días que tarda en desplazarse entre dos lugares. Cuando te dicen que te encontrarás “a la salida del sol” no importa a qué hora; importa encontrarse. Esto desconcierta a los occidentales, pues han convertido el tiempo y el espacio en valores económicos.
En África el tiempo no se “tiene”, hay que “hacerlo” y el contenido define el espacio. Los occidentales, cuando llegan a África y ven a la gente sentada “sin hacer nada”, dicen “pierden el tiempo” o “siempre llegan tarde”. Es fruto de su ignorancia, como les sucedió a los misioneros, a los colonizadores y a algunos “cooperantes” analfabetos de sus tradiciones. Los que se sientan sin hacer nada no están “perdiendo” el tiempo. ¿Cómo van a perder lo que no tienen? Esperan al tiempo. Es importante porque la vida económica africana está muy ligada a este concepto del tiempo. Y los occidentales, así como africanos desarraigados, destrozan estas raíces. ¿Son más felices así? De eso se trata: no de producir más sino de ser felices.
El concepto africano del tiempo es indiferente. La “eternidad” yace en el pasado al que nos acercamos. ¿Somos más felices los occidentales? ¿Quién tiene a quién cuando hablamos del espacio y del tiempo? Ahora que ya no es “terra incognita, ibi sunt leones”, es bueno que nos conozcamos para poder reconocernos pues nuestras raíces son africanas.
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