Lidema advierte inundaciones extremas por represas de Brasil

El presidente Evo Morales pidió la pasada semana una investigación sobre el posible impacto de las represas del vecino país, sobre territorio boliviano.


EL MAPA REFLEJA EL ÁREA DE INFLUENCIA DE LAS REPRESAS BRASILEÑAS.

Varias organizaciones, entre ellas la Liga de Defensa del Medio Ambiente (Lidema), alertaron desde el año 2007 sobre los riesgos de la fuerte alteración hidrológica de la cuenca del río Madera, a partir de la construcción de las megarepresas Jirau y San Antonio en Brasil.

San Antonio se encuentra a unos 180 kilómetros de la frontera con Bolivia (muy cerca de la ciudad brasileña de Porto Velho) y Jirau, a escasos 85 kilómetros del territorio boliviano.

El pasado 18 de febrero, durante una inspección a las obras de auxilio a las víctimas de inundaciones en Trinidad, el presidente Evo Morales dijo que pedirá informes al respecto de este tema, para confirmar o desestimar la influencia de estas represas en las inundaciones en esta región.

“Las Fuerzas Armadas me informaron, un poco preocupadas, que algo raro está pasando en Cachuela Esperanza, he pedido que se haga una investigación, un estudio correspondiente, si estas represas de la zona de Brasil están afectando, por ahora no tengo cómo informar la verdad que está pasando, pero después que haya un estudio, una investigación, oportunamente informaremos”, dijo el Jefe de Estado en conferencia de prensa.

En los últimos años, mediante un seguimiento detallado del desarrollo de esos megaproyectos, se conoció la competencia entre los consorcios empresariales de Jirau y San Antonio para ir aumentando la potencia de generación de energía de ambos.

Según Lidema, el año 2010, Jirau obtuvo el permiso de la Agencia de Energía de Brasil para aumentar seis turbinas más, a las 44 del diseño original y, a fines de 2012, la autorización para subir la altura del reservorio (y del dique), por encima de los 74,8 metros originalmente establecidos, con lo que su embalse aumentaría de 350 km² a 430 km² y su potencia de energía de 3.300 a 3750 MW. Por su parte, el año 2013, San Antonio fue autorizado para aumentar turbinas y elevar el dique, así como la altura de su reservorio, por lo que el área de inundación aumentó de 350 km2, a 421 Km2, y su potencia de 3.150 a 3.570 MW.

“Los posibles resultados de esta competencia, que no tomó en cuenta sus impactos sobre la hidrología del río, los ecosistemas y la vida de la gente de la región, fueron advertidos a mediados de 2013, cuando se señaló que una mayor manipulación de la hidrología del río Madera podía llegar a ocasionar procesos de mayor retención de aguas e inundaciones anómalas, especialmente en años excepcionalmente húmedos, producto de la alternancia de los fenómenos Niño-Niña (ENSO), como en 2007 y 2002, señaló ayer Lidema, mediante una nota de prensa.

Desde esos años, la amazonía boliviana no volvió a sufrir impactos de semejante magnitud y, a mediados de 2013, desde Lidema se advirtió sobre el riesgo de que podían ocurrir eventos climáticos de pluviosidad extrema en toda la región, con alta probabilidad de estar asociados al cambio climático, incluso bajo ausencia de los fenómenos El Niño y La Niña (ENSO), que es lo que desafortunadamente ha sucedido, bajo figura de ENSO neutral se han producido las precipitaciones e inundaciones más desastrosas, posiblemente, de los últimos cien años.

Todo parecería señalar que el cambio climático habría influido sobre un comportamiento anómalo de la ITCZ (Zona de Convergencia Intertropical), los centros de baja presión en la línea ecuatorial y el comportamiento de los vientos alisios, que transportan la lluvia a la amazonía. La realidad es que tenemos un desastre de magnitudes apocalípticas, que está afectando, tanto a la amazonía de Bolivia, como de Brasil, con el riesgo de que no sea un hecho aislado y pueda repetirse periódicamente bajo diversas modalidades.

Un elemento adicional que aumenta el nivel de riesgo en los eventos extremos de esta naturaleza es, desde luego, la alta tasa de deforestación en Bolivia y Brasil, que a la vez de ampliar las emisiones de gases de efecto invernadero que aportan al calentamiento global, incide en un mayor escurrimiento de las aguas.

El problema no se debe a que las aguas del represamiento de Jirau suban hasta Cachuela Esperanza o Trinidad, sino que el agua no baje como debería hacerlo, porque la represa retarda su drenaje, al haber provocado la alteración de la dinámica hidrológica del río Madera que ahora no permita que las grandes inundaciones provocadas por lluvias agigantadas puedan drenar adecuadamente sus aguas. En otras palabras, el Madera es un río embozado o “entupido” como se dice en portugués.

Esta situación empeoraría aún más en caso de que Bolivia decida construir las megarepresas de Cachuela Esperanza y la binacional Ribeirão, por lo que el Estado boliviano, bajo el principio precautorio, debería hacer un replanteamiento de sus políticas energéticas. Además, Bolivia debería exigir una auditoría ambiental internacional, para la evaluación del impacto actual y de los riesgos y consecuencias futuras de la alteración de la hidrología del río Madera, por las megarepresas de Brasil. Consecuentemente, también se debería comenzar a analizar la posibilidad de exigir una indemnización por los enormes daños y pérdidas económicas ocasionadas.

 
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