[Juan León]

Menudencias

Maduro... ¿por crudo nomás?


Los pronósticos son siempre difíciles, sobre todo en política que, según los entendidos, es el arte de lo posible. Y de lo imposible también, dirían los legos. Sin embargo, hay tantos casos en este mundo globalizado en que los resultados o consecuencias de una gestión, y sobre todo su final, resultan previsibles, por difícil que parezca. Por supuesto, el balance aparece siempre cuando todo es ya historia.

Eso, más o menos, pasa en la Venezuela de hoy, donde todo lo que ocurre estos días permitiría escribir, siguiendo el ejemplo de Gabriel García Márquez, la crónica de una caída anunciada. Y permitiría incluso anticipar eventuales consecuencias más allá de las fronteras de la tierra del Libertador. Las señales internas y externas son suficientemente claras como para anticipar, con elevada dosis de certeza, lo que está por venir.

Hace algo más de un año, cuando Nicolás Maduro ganó la elección con lo justo, nos animamos a anticipar el inicio del fin del chavismo. El argumento tenía bases muy simples. Maduro llegó donde llegó sólo porque ese fue el deseo de su mentor político, el comandante Hugo Chávez. Y por mucho que era su delfín, no tenía ni tiene la capacidad política, profesional ni el carisma de Chávez. Son cualidades que no se heredan ni siquiera cuando hay lazos de sangre. Que no vienen acompañadas del cargo, por mucho empeño que se le ponga. Lo que natura non da, decían los españoles antiguos, Salamanca non presta.

Todo comenzó mal desde la noche misma de la elección. En un raro arranque de honestidad, Maduro dijo estar dispuesto a que se revisen las actas de votación. Pero se retractó muy poco después y se aferró al informe, favorable por supuesto, de las autoridades electorales. Fue la primera señal de falta de consecuencia, transparencia y, sobre todo, espíritu democrático.

De haber cumplido su oferta inicial y eran ciertos los cómputos que lo daban vencedor, pudo ganar legitimidad indiscutible. De haberse probado error o fraude, le habría quemado las manos a su rival político con la papa caliente de una crisis económica galopante generada por el despilfarro político, en un escenario polarizado en posiciones antagónicas extremas.

En el afán de preservar el poder, se quedó con la papa caliente y con la mitad del país enfrente. El problema es que cuando falta el pan, el hambre aprieta a moros y cristianos y hoy hasta los chavistas más fanáticos comienzan a expresar descontento. Si a eso se le suma la incompetencia para administrar la crisis, es fácil suponer el final.

El tema preocupante de ese final de aventura es cuán elevado será el costo no sólo en vidas humanas, que es fundamental, sino también para las banderas ideológicas que enarboló Chávez. La forma en que el chavismo está llegando a su ocaso está mostrando mucho más que el fracaso de una gestión de gobierno. Es el derrumbe estrepitoso de un modelo económico, político y social que tomaron como ejemplo algunos gobiernos de la región.

Mantenerlo les costará mucho, seguramente, a sus aliados políticos y seguidores. El ejemplo no es muy atractivo. Sobre todo cuando en su lugar de nacimiento se recurre a las bayonetas, la prisión y la tortura para sostenerlo. Más dramático aún, cuando para esa tarea se trae gente de otros países. Ordenar a los soldados que disparen contra sus compatriotas merece condena. Por eso se protesta aquí contra los responsables de las muertes de octubre del 2003. ¿Es posible permitir que lo hagan soldados de otra parte? Suena a traición a la Patria, a menos que la Patria no sea la de uno.

Con una alta dosis de buena voluntad, porque dicen también que hay que respetar la inocencia de la gente hasta que se pruebe que es culpable, habría que atribuirle todo el desastre que vive hoy Venezuela a la incompetencia de su Presidente, cuya torpeza trae a la memoria un calificativo que acuñó Juan Lechín hace muchos años en nuestro país.

Nunca se supo cuándo, dónde ni por qué, pero el “maestro”, que vivió varios años en Venezuela, había encontrado un calificativo muy gráfico para referirse a los aspirantes inexpertos a la política o a la dirigencia sindical. Y casi siempre daba en el clavo cuando el legendario dirigente de la Central Obrera se lo asignaba a alguien. En la historia del sindicalismo y la política criolla hay muchos ejemplos de gente que se quedó en el camino “porque era un crudo” o “por crudo”, como diría él.

Tal vez sólo “por crudo” es que Maduro está haciendo hoy exactamente todo lo que no se debe hacer para mantenerse en el poder. Entre ese todo, el mantener preso a Leopoldo López, catapultándolo al liderazgo de un país sin líder, después del inexplicable paso al costado de Henrique Capriles.

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