Claudia Méndez Sanabria
No sólo en las ciudades de La Paz, El Alto, sino en las de otros departamentos del país es indignante observar que hay más bares, cantinas y chicherías que establecimientos de educación.
A dos cuadras del Palacio de Gobierno y Gobierno Municipal están ubicados locales de expendio de bebidas alcohólicas. Es fácil solicitar licencia de funcionamiento de un bar con el rótulo de restaurante, que la de una escuela, colegio o instituto. La ventaja a favor de los cantineros es clara, porque mientras la cantina constituye un negocio redondo, los locales educativos tropiezan con una serie de requisitos para su funcionamiento, que demandan costos elevados por infraestructura. No se puede comparar, por cierto, una escuela con un local de expendio de bebidas espirituosas, que además pagan insignificantes impuestos y no otorgan facturas por el consumo.
En zonas céntricas de la urbe y barrios populares, hay excesivos bares ubicados cerca de escuelas, lo cual no está permitido por la Ley 453 de diciembre de 1968 y sujeto a sanciones, pero se ha olvidado la existencia de dicha disposición y las autoridades se inclinan por el hábito que nos legó el lejano Noé y Baco. El carnaval, que debía ser suprimido, será fiel reflejo del alcoholismo y degeneración. Veremos a ebrios arrojarse en las aceras, durmiendo, causando deprimente espectáculo, también se verá a estudiantes recorriendo calles en completo estado de embriaguez. Estos hechos son observados por policías y gendarmes municipales, pero ni los recogen, aunque es su obligación. Proliferan lugares de consumo de alcohol en la zona Sur, Miraflores, Sopocachi, Tejada Sorzano, San Sebastián, la plaza Alonso de Mendoza y otras. En El Alto, en años pasados padres de familia incendiaron bares y cantinas en defensa de sus hijos, pero meses después varios de esos lugares reabrieron sus puertas. Será beneficioso frenar la apertura de “restaurantes” que por las noches se transforman en tugurios para bebedores y donde hasta se atrae al vicio a menores de edad.
Por el contrario, se debería crear más escuelas y colegios fiscales, refaccionar los existentes, para que no causen riesgo e incomodidad al estudiantado.
Las autoridades de educación, cultura y salud, así como la Policía, gobernaciones y municipios deben tener presente que una escuela es el lugar donde el alma se redime, es el santuario donde se enseña el deber para con Dios, la Patria y el hogar. Allí se forma y modela al hombre y la mujer del mañana. Es el crisol donde se forjan los grandes ideales. Es el segundo hogar y jardín donde se educan niños y niñas para la vida. Abrir una escuela es cerrar una cárcel. Los gobernantes deben empeñarse en otorgar al pueblo más escuelas que cantinas. Un pueblo sin cultura es un pueblo sin alma.
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