Lima.- La devoción por Sarita Colonia, una humilde joven peruana que dedicó su vida a los demás, ha trascendido desde las zonas más marginales de Lima hasta convertirse en un ícono de la cultura popular peruana, cuando se celebra el primer centenario de su nacimiento.
Inicialmente, Sarita Colonia fue considerada “una santa del mundo marginal, de los homosexuales, delincuentes y prostitutas”, explicó a Efe el sociólogo Gonzalo Portocarrero.
Pero, “a partir de los años sesenta, este culto es tomado por los migrantes”, anotó el catedrático.
“Es esa necesidad de tener una protección, de contar con un apoyo en la trascendencia, la que se ve satisfecha con el culto a Sarita Colonia”, afirmó Portocarrero.
Aunque Sarita no tiene ninguna legitimidad oficial de santidad, Portocarrero recuerda que hay una frase entre sus seguidores que dicen que “cuando Dios dijo No”, la “santa” dijo “Tal Vez”.
Los devotos de Sarita comparten almuerzos y regalos en su mausoleo en los aniversarios de su nacimiento y muerte para retribuir por los favores otorgados, que pueden ser el haber sido rehabilitado de las drogas y el mundo del hampa, la salud para un recién nacido o el trabajo del día a día, publicó Efe.
En opinión de la socióloga Ana María Quiroz, Sarita Colonia es un símbolo de la cultura chola, o del “nuevo Perú” producto de las migraciones, según Portocarrero, y su imagen puede estar presente tanto en los restaurantes peruanos en Nueva Jersey (Estados Unidos), como en el brazo tatuado de un recluso.
Es común ver estampas con el rostro de Sarita Colonia, una jovencita sin maquillaje y lacio pelo negro, en los mototaxis o buses de la ciudad, en los pequeños negocios del mercado o en los ambientes del penal bautizado con su nombre en el puerto del Callao.
El rostro inocente de Sarita se ha convertido igualmente en un ícono de la cultura popular, que ha inspirado canciones y bautizado a grupos de rock que fusionan sus temas con la cumbia y el folclor.
“Sarita Colonia, patrona del pobre, no quiero más reglas, no quiero más llanto”, cantan Los Mojarras en una de las canciones himno de la “santa” popular.
Su imagen ha sido igualmente reproducida en diversos formatos del arte contemporáneo y su rostro, copiado de una única fotografía del álbum familiar, ha sido maquillado tenuemente y acompañado de rosas para elevarla al estatus de santidad que sus devotos le otorgan.
Sarita Colonia nació el 1 de marzo de 1914 en una familia pobre de la región Ancash y tras la muerte de su madre quedó a cargo de sus dos hermanos menores, a quienes cría con amor.
Su padre, Amadeo Colonia, se vuelve a casar y a enviudar, y nuevamente Sarita, que se trasladó a trabajar al puerto de Callao, asume la crianza de otros cuatro hermanos.
La joven no sólo fue bondadosa con su familia, sino generosa con los demás a pesar de su pobreza, según comentan sus hermanos y sobrinos que la sobreviven y están a cargo del mausoleo, convertido en centro de peregrinaje y devoción en las últimas décadas.
La corta vida de Sarita “no fue una prioridad para sí misma, no tuvo tiempo para las muñecas, ni para los hombres, fue una joven modesta y sin pretensiones, formada para ser bondadosa con los demás”, comentó Quiroz, una de sus investigadoras.
Aunque se suele escuchar que Sarita murió a los 26 años tras lanzarse al mar para escapar de unos violadores, lo cierto es que la joven falleció de paludismo el 20 de diciembre de 1940 y fue enterrada en una fosa común.
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