Israel Camacho Monje
El ciudadano común no alcanza a comprender cómo en inicios del Siglo XXI, todavía existan mentalidades estrechas entre los educadores de la niñez y la juventud estudiosa boliviana.
Lo escuchado por el ciudadano común, en una conversación entre cuatro madres de familia en las puertas de una librería, resulta difícil de creer, por algunos que han entrado a las normales de maestros no por vocación, sino por elección, y que a pesar de haber pasado clases de psicología, pedagogía y didáctica, materias claves para ejercer las funciones públicas de profesoras(es), una vez egresados simplemente se salen por la tangente.
Los cuatro casos que a continuación detallamos y que curiosamente coinciden nos dan la impresión de que dichas tajantes determinaciones salieron de una reunión de profesoras(es) no para alentar, mucho menos para orientar a los estudiantes, sino para hacerles difícil su permanencia en los colegios y de alguna manera obligarlos a desertar. No otra cosa es su amenaza de “que sus órdenes se cumplen sí o sí, y que las alumnas(os) que no acaten las mismas, serán aplazadas(os).
La primera madre de familia comentó que la profesora de su hija les había advertido a todas las alumnas del curso, que de ninguna manera va a permitir las minifaldas, y que por lo tanto sus faldas tendrán que ser alargadas unos 30 centímetros, tapando sus rodillas.
La segunda madre comentó que la profesora de su hija les había ordenado que las chompas de colores, que desde mucho tiempo atrás son distintivos de cada colegio público y que los llevan encima de sus mandiles blancos, a partir del año escolar 2014 deberán llevarlos debajo del mandil, es decir haciéndolas aparecer como “mamarrachas”, carentes de gusto personal para vestirse.
La tercera madre comentó que algunas profesoras y profesores de los colegios están obligando a comprar libros de determinadas “Editoriales” y en determinadas librerías.
Y la cuarta madre dijo que el profesor de matemáticas de su hija había sentenciado que los alumnos y alumnas que por cualquier motivo lleguen atrasados o que no hayan llevado el libro de su materia (un simple fólder con 10 hojas fotocopiadas de Internet), que personalmente vendió a Bs. 30, que “no se atrevan a llevar simples fotocopias que no estén con su sello y firma, y que tampoco se atrevan a entrar al curso”.
El ciudadano común, por el proceder irracional de estos supuestos educadores del ciclo secundario, pero en el fondo verdugos y negociantes de la educación boliviana, no puede menos que lamentar el poco o ningún control del Ministerio de Educación, que está permitiendo que los mismos, impongan sus absurdas imposiciones. ¿Qué lástima, verdad?
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