Es doloroso y preocupante para la colectividad nacional el comprobar que cada día y con mayor fuerza dependemos de la importación de alimentos, debido a que no hay suficiente producción en las áreas rurales. Pocos son los sitios en los que más o menos se produce lo que precisa la canasta familiar.
Políticas implementadas desde siempre en el país han determinado que por lo menos se importe determinada mercadería que no se producía en la cantidad necesaria. Comparativamente, entre el año 2008 y el 2013, se importa muchísimo más que en igual período de 1998 a 2007. Las causas son diferentes: en primer término, el abandono de masas campesinas de las áreas rurales -especialmente jóvenes que dejan a sus mayores labores de la agricultura que no siempre pueden atender debidamente por su edad avanzada-; luego, está el hecho de que los jóvenes que prestan el servicio militar, una vez abandonados los cuarteles, no retornan al campo y se quedan en las ciudades; una tercera causa podría ser la ausencia de incentivos para que justamente los jóvenes retornen y, finalmente, la falta de mecanización del campo, previa delimitación de áreas donde es posible utilizar sistemas más modernos, tanto en semillas, abonos como en maquinaria.
El no producir los propios alimentos es un grave error y mucho más delicado es que el Gobierno se resigne a la importación de todo lo que el país produce, como es el caso del arroz, el azúcar, el trigo, la papa y otros tubérculos; igualmente, la producción de fruta ha mermado considerablemente y se la importa de Perú, Argentina y Chile. Santa Cruz prácticamente se autoabastece y beneficia al resto del país con productos que no siempre se producen en los otros departamentos, aunque cada departamento tiene escasas cosechas de tubérculos y granos: trigo, arroz.
Un país que no produce lo que más necesita, como son los alimentos, está condenado a ser dependiente permanentemente y, lo más grave, a promover la desertización de tierras aptas para la agricultura. Por otro lado, árboles frutales que no reciben el cuidado debido, también perecen. La dependencia de lo que se importe es cada vez mayor. Es lamentable, por otra parte, que el campesinado, especialmente desde la Reforma Agraria del año 1953, tiene tendencia a abandonar el campo porque no se han cumplido muchos de los programas consignados en el decreto de 1953, que disponía todo tipo de facilidades para que el campesino aumente la producción tanto en calidad como en cantidad.
Es preciso que el Gobierno adopte políticas que permitan el retorno del campesinado a las áreas rurales: es urgente crear la infraestructura necesaria, nos referimos a escuelas, hospitales, caminos vecinales, viviendas, etc. y sean aprobadas políticas para mejorar sistemas de trabajo, provisión de abonos y semillas, asesoramiento de técnicos y especialización de muchos jóvenes con las aptitudes necesarias para encarar las labores orientadas a la producción de alimentos.
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