Frente a la tensión nerviosa, aumenta el hambre como forma de canalizarla. Los científicos buscan inhibir esa respuesta, pero sin causar efectos negativos sobre los estados de ánimo.
Para muchas personas, la relación entre estrés y desórdenes alimentarios es indiscutible y la perciben con frecuencia. ¿Quién no atravesó alguna vez una situación tensionante y encontró el camino para encauzar la ansiedad en la ingesta desmedida de comida? O bien, todo lo contrario, experimentando un nudo estomacal que le impide probar bocado.