En países contemporáneos la economía colonial se caracteriza, por un lado, por la exportación de materias primas (minerales, gas, vegetales) sin el menor valor agregado, y por otro, por la importación de mercancías industrializadas de todo tipo para consumo directo. Se exporta recursos baratos y se importa productos caros.
Ese fenómeno de creciente dependencia colonial es de antigua tradición en Bolivia, cuya economía caracterizó su existencia, en especial desde mediados del Siglo XIX hasta mediados del Siglo XX. Numerosos esfuerzos para superar ese estado de cosas sufrieron sucesivos fracasos, pero, finalmente, se pudo romper esa cadena con el objetivo de que dichas materias primas sean industrializadas dentro del país y sean exportadas con valor agregado, de tal forma que Bolivia adquiera su independencia económica. A la vez se planteó que debía dejarse de importar mercancías industrializadas.
Los intentos del pueblo boliviano por alcanzar esa meta histórica fueron avanzando en alguna medida, pero factores internos y externos frenaron la conquista de ese proyecto, hasta que, finalmente, el ambicioso objetivo terminó en un fracaso casi absoluto, ya que la economía boliviana actual se caracteriza (como la de otros tiempos), por la exportación de materias primas sin elaborar y el enorme aumento de importación de toda clase de productos, desde máquinas hasta fósforos y desde textiles hasta papas, harina, trigo y otros alimentos.
En síntesis, en una especie de círculo vicioso, Bolivia ha vuelto a la economía de dependencia colonial, vale decir que sigue siendo fuente de recursos naturales renovables y el depositario de productos industrializados de países extranjeros.
Los datos estadísticos confirman esa lamentable realidad. Al respecto la Cámara Nacional de Industrias informó que Bolivia ocupa el último lugar en exportaciones industriales manufactureras en Suramérica. Como dato específico agrega que el país sólo registra exportaciones industriales de 4,9 por ciento respecto al total, mientras otros países registran exportaciones hasta del 35 por ciento (Brasil), 31 por ciento (Argentina) o 23 por ciento (Uruguay).
El hecho de que Bolivia baje su producción manufacturera adquiere mayor gravedad, ya que tiene tendencia descendente cada vez más aguda, mientras, por otro lado, aumenta la exportación de materias primas (gas, minerales) sin valor agregado. En efecto, esa tendencia a la caída señala que mientras en el año 2005 nuestras exportaciones de productos manufacturados llegaban al 10, 6 por ciento, el año 2009 descendieron al 7,1 por ciento, nivel que cayó al 4,9 por ciento el año pasado.
Como dato más concreto, las estadísticas indican que el año pasado nuestras exportaciones industriales apenas alcanzaron a 571 millones de dólares, las exportaciones llegaron a los 11.200 millones de dólares, desproporción que señala con precisión el nivel de dependencia económica colonial que va registrando el país desde hace pocos años y sin que haya, al parecer, una corriente que trate de rectificar ese estado de cosas.
En ese sentido, inclusive se destaca que hasta Venezuela ha reducido en 50 por ciento las importaciones de mercancías que hacía de Bolivia y que los medianos y pequeños empresarios viajaron a Brasil para buscar mercado de consumo para sus productos, ya que se encuentran en riesgo de cerrar numerosas medianas y pequeñas empresas.
Esos datos objetivos confirman que Bolivia retomó el camino del neocolonialismo y los esfuerzos realizados cayeron en saco roto.
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