Juan Bautista Del C. Pabón Montiel
Nos referimos a la Venezuela de los años 70 y 80, de Carlos Andrés Pérez, Rómulo Betancourt, a la tierra del joropo, a la patria de Simón Bolívar; a la de Jovito Villalva de los años 48-49.
Los maracuchos es el gentilicio de los nacidos en Maracaibo, laguna millonaria de la que manaba el oro negro, convertido en dólares de esa Caracas fraterna, hospitalaria, que nos recibió como nuestra segunda patria en los años de las dictaduras en Bolivia. Venezuela, alegre y cantarina, de la riqueza incomparable de sus gentes que felices solían andar y danzar en el centro de la cuna del Libertador. Evidentemente, los dólares a la par que el Bolívar, moneda nacional, no se los derrochaba, se los utilizaba para vivir bien, decentemente y soñar en una tierra que era la antesala del paraíso terrenal. Hugo Chávez Frías derrochó el dinero al fomentar préstamos para engordar otros populismos descabezados y trasnochados. Hoy el pueblo paga el precio de los que manejaron discrecionalmente los dineros de Venezuela.
Venezuela, de nuestros amores,/ de los próceres invisibles que dejaron sus huellas en el corazón de los venezolanos./ Patria americana de los vientos de la libertad que se alzan en el firmamento de sus estados sonoros:/ Mérida andina y nevada,/ cielo azul-vespertino,/cuyas nostalgias oprimen el pecho./ Estamos con ustedes en las horas fuertes que/ comienzan aventarse los malos hados./
Hoy es la juventud venezolana que surge, encabezada por Leopoldo López, preso por la paranoia populista; presos los gobernantes por la excesiva exacerbación antiyanqui, antiimperialista y anticapitalista, creyendo que apresarán a la libertad que es humo, magia de los grandes, que nos legaron los eslabones rotos por Simón de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios. Su espada fulgurante caerá sobre las cabezas de los opresores inmaduros.
A esa locura necrófila se añadió la exhumación de los restos del Libertador para hacer bandera, entretener a los incautos, embobar a los dogmáticos de un dogma inexistente. Desaparecido el polichinela de la llamada “revolución bolivariana”, le sucedió Nicolás Maduro que “ganó” las elecciones arañando ánforas, intentando remedar la verborrea del demagogo que intentó vencer la muerte clamando al Dios que ultrajó en la persona de los hijos de Venezuela.
Venezuela sin pan, con “órdenes” de asaltar la propiedad privada, cual grandes anarquistas de la Guerra Civil española, en la que se fusilaba in continenti a los reaccionarios al amanecer. Esa era la España de los años 36 a 39 que evoca el chilenísimo Pablo Neruda en su “España en el Corazón”. En Venezuela ahora no hay papel higiénico, no hay lo más elemental de los años de prosperidad, cuando en los mercados y supermercados abundaban los artículos de primera necesidad y sobraban los bolívares para adquirirlos. Entonces tienen que sublevarse, tienen que alzarse y derrocar a la tiranía que sueña, convertido en pajarito un Chávez Frías, embalsamado como las momias de Lenin y Stalin en la Plaza Roja de Moscú del siglo pasado. ¡Vaya paralelos!
Esas son las “¡vueltas que dan los pajaritos en la cabeza de don Nicolás!”, haciéndolo ciego y sordo ante el clamor de su pueblo.
Final: deseamos la paz para nuestra Venezuela, pero no la paz de los cementerios, de las muertes de la juventud redentora y libre. ¡El valor y el coraje del joven Leopoldo López superan las expectativas y muestran un nuevo liderazgo en la tierra señorial y danzarina de libertad!
Puerto Suárez - Santa Cruz, Bolivia.
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