UNIVERSIDADES Y JUVENTUD
Los avances de las ciencias que se ocupan del comportamiento del pensamiento, nos señalan inequívocamente que el proceso de reconstruir el concepto de la educación es incesante e irrefrenable como efecto de la desgarradora competitividad en el mundo.
Hoy en día la tendencia de comprender o acercarse a la naturaleza de la inteligencia nos ayuda eficazmente a utilizarla mejor, asintiendo que la inteligencia no es una estructura de facultades o capacidades de orden abstracto, sin característica individualizada, sino que esta estimulada con intuiciones, entendidas como la visión directa de algo individual de forma inmediata y concreta, y motivaciones como sentimientos, instintos, representaciones mentales, y hasta con estados de ánimo.
La inteligencia reacciona al impulso vital como imprescindible manifestación de la vida, y se determina por factores emotivos, consecuentemente, cuando se dice vivir inteligentemente está implícita la capacidad y la voluntad de cambio y el rever o reexaminar las propias actitudes. Con esta importante proclividad inherente a todo ser humano que se ocupa de educar se desecha categóricamente cualquier actitud dogmatica y la remembranza o preocupación por lo pasado, que es importante pero es pasado, haciendo emerger con fortaleza las posibilidades del presente. Igualmente el materialismo, como reducción de lo real a la materia o a condiciones de la misma, es un obstáculo presente en la moderna educación que es ineluctablemente un proceso, como tal con periodos, etapas y fases, esencialmente espiritual y es superior a la técnica pues hace trascender la satisfacción sensorial y observa al hombre bajo la mirada de la totalidad.
También se debe reflexionar sobre la aplicación del autoritarismo en la educación que inhibe y frustra la motivación del educando en cuanto a la creatividad, entendiéndola como la causa de que cualquier cosa, sea lo que fuere pasa del no ser al ser y, precisamente este proceso, debe anidarse sin solución de continuidad en el estudiante para triunfar en la profesión elegida.
Otro formidable freno a la educación moderna es el aspecto ritualista que decanta en tedio y desmotivación en el estudiante y, además, en una inevitable resistencia interior hacia el catedrático o facilitador. La educación debe contener en alta dosis la emoción; es decir asumir la característica endeble de lo emocionante y dramático que hace elevar al facilitador en su sublime acto de educar a un dramaturgo de las ideas y cuando el catedrático o facilitador no se libera de la aureola pomposa y de vanidad, se continua con la aplicación de normas e interpretaciones del Medioevo.
El proceso de educación es único y esencialmente un conjunto o una estructura de intangibles valiosísimos por lo que antes, durante y después de una clase siempre surge una pregunta de lo más profundo que enriquece la interactividad siendo por ello altamente recomendable que todas las materias que se enseñan o tratan académicamente trasciendan, así se estimulara la mutualidad y se lograra mas ilustración. En la educación la metodología es necesaria y útil en lo semántico y empírico, no siendo, empero, sustituto de las ideas y análisis espirituales.
Por lo expuesto en esta visión somera de la educación moderna, se coincide que el problema fundamental de la misma es un problema de la vida, imponiéndose asignar prevalencia a la visión de la vida antes que a la visión del mundo, obteniendo como corolario que, todo catedrático, maestro facilitador, no solo debe transmitir conocimientos sino crear en el estudiante la percepción firme de las posibilidades de la vida.
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