Maduro en su laberinto

Hernán Maldonado

Luego de tres semanas de masivas protestas con un saldo de 18 muertos, decenas de heridos y centenares de detenidos, lo único claro en Venezuela es que el presidente Nicolás Maduro y su gobierno de 10 meses no tienen idea de cómo saldrán de su laberinto.

Las protestas, que empezaron el 12 de febrero tras una manifestación estudiantil en Caracas aplastada a sangre y fuego, lejos de atenuarse con el abusivo alargamiento del feriado de carnaval por casi una semana, se han extendido a gran parte del país.

El gobierno se equivocó al pensar que el malestar social se extinguiría con el forzado asueto y la semana pasada en un esfuerzo desesperado convocó a un “diálogo” para poner alto a los desórdenes. Sin embargo los estudiantes, principales interlocutores, desoyeron el llamado.

El 2005 en trance similar, el ahora fallecido presidente Hugo Chávez, enfrió los ánimos con un diálogo. Tras lograr pacificar a los revoltosos, se atornilló en el poder. Eso no lo olvidan los actuales manifestantes que temen otro engaño.

Otra diferencia es que aquel año las protestas eran sólo en Caracas. Ahora son por lo menos en nueve de las ciudades más importantes e incluyen no sólo manifestaciones callejeras multitudinarias, sino barricadas y rudos enfrentamientos con la Guardia Nacional y paramilitares oficialistas.

Además el 2005 el país no sufría, como ahora, una inflación del 56%, ni un desabastecimiento brutal que obliga a los ciudadanos a hacer largas colas en busca de artículos de primera necesidad. Por esto, a diferencia de aquel año, ahora las protestas llegan inclusive a los barrios populares, otrora baluartes del chavismo.

Maduro afirma tener el control de la situación a través de los medios a los que obliga a encadenarse todos los días. Desborda optimismo, pero incurre en contradicciones permanentes. Afirma que sus gorilas no violan los derechos humanos, pero al día siguiente ordena enjuiciamientos y detenciones de soldados y paramilitares.

La crisis económica es tan enorme que Maduro está contra la pared. Si quiere salir de su laberinto tendrá que negociar con la oposición “apátrida”, entregarse a las manos del Fondo Monetario Internacional y acceder a la mayoría de las demandas de los estudiantes.

Eso significará poco menos que una rendición incondicional con el agravante de que deberá dejar de subvencionar a millones de “chavistas” que dependen del erario público a través de becas y dádivas y que conforman el ejército parasitario oficialista.

Precisamente a esta masa, que constituye su “voto cautivo”, el oficialismo convocó a una demostración de fuerza para el pasado miércoles, para que acompañen a un gigantesco desfile militar conmemorativo del primer año de la muerte de Chávez.

Los militares, cuyos mandos se autocalifican “revolucionarios y socialistas”, han dejado la represión en manos de la Guardia Nacional. El ex presidente Luis Herrera Campins solía decir que los militares “siempre son leales… hasta que un día dejan de serlo”. Amanecerá y veremos.

El autor es periodista, ex UPI, EFE, El Nuevo Herald, CNN, dpa. Corresponsal por 43 años de la Agencia de Noticias Fides de Bolivia.

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