¿Hemos dejado de ser pobres los bolivianos?

Hace un tiempo el portavoz de los asambleístas del oficialismo en la Cámara de Senadores y ahora presidente de ese cuerpo camaral, declaró a los medios de comunicación que ya no necesitamos de las ONGs, pues hemos dejado de ser pobres, con objeto de justificar la expulsión del país de una organización no gubernamental de origen europeo.

No cabe duda que, como señala el Banco Mundial, nuestro país está entre los cuatro de la región que han reducido la pobreza en índices importantes en estos últimos años, y en que como nunca antes en la historia los precios de las materias primas que exportamos llegaron a niveles tan elevados, de tal manera que los ingresos que hemos percibido en la gestión del actual régimen de gobierno, equivale a lo recibido en tres gobiernos anteriores, es decir en 15 años.

Los organismos internacionales que tienen que ver con los problemas económicos de los países miembros de las Naciones Unidas y de otros organismos, como el FMI, BM, BID, etc., lo que harán es manejar las cifras globales de ingresos a los tesoros públicos, es decir una actividad contable, de tal suerte que dividen los ingresos entre el número de habitantes y las inversiones públicas. Pero no entran en el análisis de la llegada efectiva de recursos a los habitantes, en especial de los sectores más deprimidos económica y socialmente. Precisamente, un organismo de Naciones Unidas que anualmente estudia y analiza el estado real de la situación de pobreza es el PNUD, que año tras año nos hace conocer esta realidad, la misma que no es lo halagadora que dicen los funcionarios de gobierno.

Según estimaciones de la Unidad de Análisis de Políticas Sociales y Económicas (UDAPE), para el año 2011, el 11% de los bolivianos que viven en las ciudades y el 41% de los que habitaban el área rural eran extremadamente pobres. Asimismo la tasa de desempleo de los jóvenes en 2010 fue el doble que el desempleo de adultos (6.6%), es decir 12.6%, según el director de planificación del Ministerio de Trabajo, y para el Centro de Estudios para el Desarrollo laboral y agrario (CEDLA) en ese año la tasa general fue de 8.8% de desempleo y en los jóvenes de 15.5%.

La realidad de la pobreza está en los índices de desarrollo humano, que comprenden el acceso de la población a los servicios de salud, educación, empleo digno y estable y vivienda, y no en las estimaciones macroeconómicas de algunos organismos internacionales, lo que no significa que sus datos carezcan de veracidad.

Nuestro país es precisamente uno de los de más bajo desarrollo humano, debido a la deficiencia en el acceso de la población a estos servicios fundamentales para el bienestar de la ciudadanía, y en el caso del empleo u ocupación es el indicador más cercano a la realidad social.

Para nadie es una novedad que en nuestra realidad el acceso a la salud es todavía una tarea pendiente, pues si bien se han dado algunos avances significativos, como la prestación de salud a madres e hijos recién nacidos, a los individuos de la tercera edad a través de la red de servicios de salud de los municipios etc., es en los niveles de prestación especializado donde las carencias son notorias. La escasez de equipamiento moderno para el tratamiento de muchas enfermedades y, en algunos casos, de profesionales especializados, añadido a falta de infraestructura hospitalaria, es la situación real.

En la educación pública y privada, si bien con algunas diferencias de calidad, nuestro sistema educativo acusa varias deficiencias en contenidos, medios y métodos, que nos califican como uno de los más atrasados -salvadas algunas excepciones-, no obstante las numerosas reformas y normas sobre educación, que lamentablemente no responden en su diseño y concepción a las necesidades de la sociedad boliviana.

El empleo u ocupación está determinado por la carencia de fuentes de trabajo, que responde a la situación de escaso desarrollo del país, prueba de ello es que el 70% de la población económicamente activa está en el sector informal, en condiciones de subempleo y pobreza.

Los jerarcas del Gobierno creen que estamos viviendo en la Suiza prometida por el Presidente candidato en el inicio de su larga gestión, y seguramente viven con esa idea, pero la realidad es otra y merece una atención urgente.