Año tras año, varios países de nuestro continente organizan festivales folclóricos y musicales con miras a promocionar a artistas y conjuntos musicales que difundan el patrimonio de sus naciones. Chile y Argentina cuentan con varios de estos festivales que permiten encontrar nuevos valores musicales y, además, promover la actualización de sus propios conjuntos folclóricos. Por supuesto, casi todos los países envían representantes y han logrado no sólo importantes sitiales sino premios por lo destacado de las actuaciones y la presentación de composiciones musicales
Hace pocas semanas, se llevó a cabo el Festival de Viña del Mar, en el que han sobresalido artistas de diversos países; lógicamente, no faltó la representción boliviana que cumplió excelente papel y que el jurado y el público aplaudieron. No faltó la nota discordante por la presencia de un supuesto artista que, en su coreografía, mostró trajes del folclore boliviano, pero ridiculizando y mofándose de lo que es el arte vernacular de Bolivia. Lo lamentable es que en estos casos ni los jurados ni los organizadores censuraron el hecho; sin embargo, quienes organizan este tipo de espectáculos, deberían condicionar cualquier participación a normas mínimas de respeto y consideración no solamente a los integrantes y al país de quienes provienen sino a su mismo público.
Nosotros, como país y como poseedores de música autóctona y un riquísimo folclore que es admirado por quienes observan bailes y manifestaciones culturales de toda naturaleza, deberíamos organizar, anualmente, un Festival de grandes proporciones en el que se muestre la diversidad, variedad y excelencia de nuestra música popular y folclórica, a más de mostrar la rica variedad de trajes típicos y conjuntos que participan en diversas festividades religiosas, y muy especialmente en los carnavales, en los que hay lucimiento general de quienes participan.
Organizar este Festival no sería muy difícil si, por lo menos inicialmente, se cuenta con el apoyo logístico y económico del Gobierno; posteriormente y en cuanto se encuentre relevancia internacional, podría convertirse en espectáculo que atraiga a artistas, músicos y conjuntos de diversa variedad y calidad, no sólo de nuestro continente sino también de países del mundo que gustan de este tipo de expresiones culturales y de las que surgen los valores que hacen honor a la música y la cultura de sus sitios de origen e incorporan al acerbo internacional obras que son dignas de apoyo y aplauso en forma permanente.
El caso ingrato producido en Chile ya tuvo su expresión de protesta por parte de la Cancillería; es de esperar que organizadores del acontecimiento hayan reprochado al improvisado “artista” su bochornosa y pésima actuación en un acto festivo que congregó el arte, la voluntad y la unión de quienes participaron.
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