“Estoy convencido, después de haber estudiado a fondo la petición boliviana y la jurisprudencia internacional, que la demanda boliviana no tiene ningún argumento legal y, en consecuencia, tampoco tiene destino”, manifestó, dando a conocer su dictamen personal, el dignatario de Estado chileno saliente Sebastián Piñera (EL DIARIO, 11/2/2014).
Tal aseveración está destinada a minimizar la demanda boliviana que ingresó en la etapa de entrega de memorias, en la Corte Internacional de Justicia. Una que pretende confundir a los bolivianos que han volcado sus esperanzas en esa instancia luego de haber sido engatusados, permanentemente, por Chile. Y quizá también busca desviar la atención de la opinión pública del país vecino que sigue de cerca, ahora más que nunca, por la experiencia que tuvo con el Perú, el curso que toma la petición de Bolivia en La Haya.
En consecuencia, la demanda interpuesta por Bolivia en el alto tribunal de la ONU marcará la gestión del presidente Piñera. Quizá molesto por este hecho ha reiterado sus majaderías a tiempo de preparar su equipaje para abandonar La Moneda.
La animadversión y la indiferencia con las que siempre se ha referido a Bolivia, nos traen a la memoria a personajes funestos como Abraham Konig, Toribio Merino y otros, que pasaron a la historia sin pena ni gloria, por sus discursos virulentos en contra del país. Ni Augusto Pinochet, el dictador más duro de los últimos tiempos, asumió tal actitud. Pero el presidente Piñera, emulando a sus mayores, amparado en la democracia, se ha tomado la libertad de lastimar a los bolivianos que, por justo derecho, exigen la restitución de una salida al mar.
El presidente Piñera en vez de preocuparse por el destino de la demanda boliviana, debería morigerar sus declaraciones que nada bien dicen de él.
“Hemos ratificado nuestra firme voluntad de avanzar en los 13 puntos que están siendo conversados entre Bolivia y Chile. Y buscar soluciones concretas, útiles y factibles que vayan en beneficio de ambos países. Expresamos nuestra confianza y esperanza de que las relaciones entre Chile y Bolivia van a poder conocer mejores tiempos”, dijo el presidente Piñera hace más de tres años, luego de haberse reunido con su homólogo boliviano en la localidad de Foz de Iguazú, en el sur del Brasil, en el marco de la Cuarenta Cumbre del Mercosur, (EL DIARIO, 18/12/2010).
Tales afirmaciones que daban a entender una predisposición para tratar temas que preocupan a los dos países, incluyendo el relativo al problema marítimo, al final se disiparon.
En suma: Sebastián Piñera es un dignatario de Estado que respira por la herida y que mucho mal le hizo a Bolivia.
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