El Gobierno, al anunciar el nuevo Presupuesto General de la Nación, ha expresado que existe un déficit fiscal de 960 millones de dólares que es el equivalente al 3,2% del Producto Interno Bruto (PIB) que se calcula en $us. 30 mil millones; se informó que la diferencia entre ingresos y egresos de 960 millones de dólares está destinada a “fortalecer la industrialización de los sectores estratégicos y la base productiva del país”.
El fin al que se destinará el monto de 960 millones de dólares, habida cuenta que se tiene reservas importantes, no debería ser consignado en el presupuesto porque inflar más las deudas nacionales es contraproducente. Creer que los déficits son una especie de “tabla de salvación” de los gobiernos siempre ha sido la muletilla de todos los regímenes para justificar la falta de ajustes entre ingresos y egresos en que forzosamente debe estar inmerso todo gobierno.
Lo ideal en todo caso es que haya un balance equitativo entre ambas situaciones, justamente para evitar déficits que, de todos modos, se las carga a la deuda interna que tarde o temprano deberá ser pagada, porque no es evidente que los déficits quedan en un “barril sin fondo y son asuntos para el olvido”. Cada partida que el país adeuda se la debe cancelar y, al igual que la deuda externa y el acumulo de otros déficits anuales, son deudas del país. Este endeudamiento produce más dependencia y hasta aumenta los índices inflacionarios.
El Gobierno muestra mucha seguridad con las reservas monetarias que, a diciembre pasado, llegaban, más o menos, a la suma de 14.600 millones de dólares, dinero que ha mostrado la importancia de las ventas de gas con precios internacionales que son altos y que jamás se registraron en nuestra historia.
Es, pues, contraproducente aumentar el endeudamiento del país porque ello implica mayor dependencia e inflación que significa forzosamente que cada habitante del país llevará sobre sus espaldas durante mucho tiempo y deberá pagar con mucho sacrificio, especialmente si los productos que vendemos, como el gas, rebajan su cotización en el mercado internacional, como es el caso de los minerales que han sufrido en los últimos meses bajas notorias que han implicado disminución de dineros percibidos por conceptos de exportaciones.
El déficit fiscal se lo podría evitar siempre que el Gobierno disminuya los gastos, especialmente en plantas burocráticas que han aumentado considerablemente en los últimos años y que insumen buena parte del presupuesto nacional; aparte de ello, se debe evitar gastos dispendiosos que a nadie benefician y sólo perjudican cualquier intención de salir de la pobreza. Será conveniente que el Gobierno ajuste sus gastos y obre conforme a lo que tenemos, sin recurrir a deudas que implican serios reveses para la economía.
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