José Carlos García Fajardo
El 1% más rico de la población mundial posee alrededor del 40% de todos los bienes, mientras que la mitad con menos recursos posee apenas el uno por ciento. El informe demuestra que si nada se hace al respecto, la desigualdad puede debilitar las propias bases del desarrollo y la paz social.
El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) presentó en Nueva York el informe “Humanidad Dividida: Cómo Hacer Frente a la Desigualdad en los Países en Desarrollo”, destacando que para reducir considerablemente la desigualdad es necesario adoptar patrones de crecimiento más inclusivos apoyados por políticas de redistribución y cambios en las normas sociales.
Al ajustarse al tamaño de la población, entre 1990 y 2010 la desigualdad de ingresos aumentó un 11% en los países en desarrollo. Una importante mayoría de hogares en países en desarrollo, que representa más del 75% de la población, hoy vive en sociedades donde la distribución del ingreso es más desigual que en los años 90.
“Las desigualdades a los niveles actuales son injustas, como lo demuestra este informe, y también impiden el progreso humano”, afirmó la Administradora del PNUD, Helen Clark. “El informe explora las causas y las consecuencias de las desigualdades que nos dividen -dentro de cada país y entre los distintos países- y sostiene que la creciente desigualdad no es en absoluto inevitable.
Pero la desigualdad profunda y persistente abarca más que los ingresos. A pesar de la disminución general de la mortalidad materna en la mayoría de los países en desarrollo, las mujeres rurales aún son hasta tres veces más propensas a morir durante el parto que las mujeres que viven en centros urbanos. Las mujeres también están participando más en la fuerza laboral, pero aún están desproporcionadamente representadas en los empleos vulnerables y muy poco en el sector donde se toma las decisiones políticas, al mismo tiempo que continúan ganando mucho menos que los hombres.
Los datos de países en desarrollo demuestran que los niños en el quintil de riqueza más bajo tienen tres veces más posibilidades de morir antes de cumplir cinco años que los niños y niñas que han nacido en los quintiles de riqueza más altos en la misma región. La protección social se ha extendido, pero aun así las personas con discapacidades son hasta cinco veces más propensas que el promedio a incurrir en gastos de salud astronómicos.
Los altos niveles de desigualdad obstaculizan el desarrollo poniendo trabas al progreso económico, debilitando la vida democrática, y amenazando la cohesión social. Aun cuando la redistribución continúa siendo muy importante para reducir la desigualdad, es necesario un cambio hacia un patrón de crecimiento más inclusivo, que aumente los ingresos de los hogares pobres y de bajos recursos más rápidamente que el promedio para asegurar la sostenibilidad y reducir la desigualdad, lo cual es clave para la agenda de desarrollo posterior a 2015.
El crecimiento económico en los países en desarrollo y emergentes es vital para lograr el Objetivo de Desarrollo del Milenio 1: reducir a la mitad las tasas mundiales de pobreza para 2015. Pero altos niveles de ingresos y un crecimiento económico rápido no siempre significan menos desigualdad en la educación, salud y otras áreas del bienestar humano.
Una conversación mundial sin precedentes, moderada por las Naciones Unidas, que contó con casi 2 millones de participantes de todas partes del mundo, puso de manifiesto que las personas están pidiendo intervenir en las decisiones que afectan a sus vidas. Las personas están indignadas porque consideran que la creciente desigualdad e inseguridad existentes son injustas especialmente para los pobres y marginados.
El informe analiza las tendencias mundiales de la desigualdad al mismo tiempo que identifica las causas y el alcance de las desigualdades, su impacto, y las formas cómo pueden reducirse. Después de ilustrar los resultados de una investigación sobre la visión de formuladores de políticas con respecto a la desigualdad, concluye con un marco político exhaustivo para encarar las desigualdades en los países en desarrollo.
El autor es Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), Director del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS).
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