Recuerdos del presente
Desde hace un año, las relaciones con Brasil están reducidas a la compra-venta de gas natural.
Y a los refugiados políticos bolivianos que llegan a ese país.
Aparte de los 500 refugiados pandinos que debieron huir cuando fue tomado el departamento por la fuerza, hay ahora en ese país, en calidad de asilados, un juez, un fiscal y un senador.
Al llegar al asilo, todos ellos han dicho que en Bolivia no existen libertades democráticas. El fiscal Marcelo Soza dijo en una carta que se propone volver a su patria “cuando se restablezca el estado de derecho”.
La llegada de Soza actuó como la gota que colma el vaso para algunos parlamentarios brasileños que han declarado que en Bolivia hay sólo una “farsa de democracia”.
En el último año, por lo menos cuatro altos funcionarios de la embajada brasileña fueron cuestionados por el gobierno boliviano, hasta lograr que sean retirados.
La crisis interna que vive la política brasileña, con desencuentros visibles entre Planalto, el parlamento e Itamaraty, ha cubierto estos encontronazos con Bolivia.
La permanencia en Brasilia del embajador Jerjes Justiniano no revela la existencia de una relación normal, revela la ignorancia del gobierno boliviano sobre las normas de la diplomacia.
Lo que no se dice es que las relaciones de los dos países se pusieron difíciles debido a las exigencias brasileñas de un control más estricto de los cocales y del narcotráfico en territorio boliviano.
Corteses solicitudes brasileñas para participar en la erradicación de cocales y lucha contra los narcotraficantes fueron respondidas con gestos de molestia por parte del gobierno boliviano.
La proximidad del Mundial de Fútbol y las exigencias de la FIFA para que se eliminen los nidos de inseguridad que son las favelas donde reina la cocaína vinieron a agriar las relaciones de dos gobiernos que se decían aliados.
Porque, en efecto, aparte de los asilados y del gas, lo que recibe Brasil de Bolivia son toneladas de cocaína, con cargas que se originan incluso en otros países pero que usan el territorio boliviano como paso garantizado.
La señora Rouseff sabe que el electorado brasileño no está dispuesto a premiar un acercamiento con el gobierno de Evo Morales.
Nunca había habido tanto hielo en las relaciones de los dos países, incluso en el Amazonas.
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