El rompe muelles es una especie de ley que todos los días y a cada momento nos protege, que en silencio y soportando el peso de las llantas evita que atropellen a niños, ancianos, discapacitados, pues la inconsciencia de los choferes nos mandaría al cementerio o alguna clínica traumatológica. Sirve para quienes cruzan raudamente las calles de nuestra malograda Bolivia, para aquellos que siempre tienen prisa sobre cuatro ruedas, que siempre tratan mal al peatón, para aquellos “machos” que ganan muy bien, que son insolentes, malcriados y gordos.
¡Qué sería de las ciudades bolivianas sin rompe muelles! Le comento sólo dos casos: la avenida de Las Américas en Villa Fátima y la avenida del Maestro en Alto Obrajes tienen tantos rompe muelles que nos damos cuenta que por aquí pasan los choferes más veloces de La Paz, y que sin esos rompe muelles las funerarias ganarían mucha plata.
Con frecuencia pasan en luz roja arriesgando nuestras vidas, se detienen en cualquier lugar, sin respetar las paradas, causando trancaderas; dañan nuestros tímpanos con sus bocinas de aire en cada esquina; transitan con escape libre, como viejos colectivos de la línea Eduardo Abaroa en la calle Yanacocha. ¡Y las autoridades de Tránsito nada dicen! Entonces, también nos damos cuenta que son temibles.
Puedo estar seguro de que la causa de su insolencia es la subvención a la gasolina y el diésel, además de lo barato que resulta el gas vehicular, con lo que sus costos de operación son tan bajos que obtienen buenas utilidades. De esta manera tienen pasajeros de sobra, porque el pasaje es barato. Y los pasajeros van hasta a comprar fósforo en colectivo, micro, minibús, trufis, radiotaxis y taxis, lo que aumenta la masa de pasajeros en todas las ciudades y pueblos bolivianos, y esto engríe y malcría cada día a los transportistas.
Cuando se levante la subvención a los hidrocarburos, como por arte de magia van a desaparecer los pasajeros, por las nuevas tarifas de transporte que el Estado les imponga, ya no podrán agredir a las autoridades con el poder de sus sindicatos; recién se van a volver mansos y educados y nos van a rogar para que abordemos sus vehículos, porque van a tener que competir con vehículos nuevos, con educación, tolerancia, respeto al semáforo, amabilidad, con vehículos sin escape libre, no tocarán bocina o los llevarán a Tránsito; dejarán de comer thimpus en cada parada, serán mejores, ¡gracias a Dios!
Lo triste de todo esto es que algunas personas inconscientes los alientan con su apoyo, ya que dicen que tienen razón en todo lo que hacen, que les gusta que corran como demonios en las calles, que hagan lo que les venga en gana, que les sirva de ejemplo porque también harán lo mismo frente al volante. Creo que estas personas son las que también conducen sus particulares, entre transformers y originales.
Los Puma Katari puede que sean una especie de solución y ejemplo que deban aprender los choferes, por una imposición y buena voluntad, porque los peatones estamos al borde de la locura por culpa de estos señores del transporte urbano. Y como somos como Santo Tomás, no nos queda más remedio que decir: “Ver y creer”.
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