La población boliviana se alimentaba tradicionalmente de quinua, producto apreciado por su fácil alcance y virtudes alimenticias. Pero, en particular, gozaba de ese producto agrícola por su bajo precio y su relativa abundancia en los mercados. No es cierto, en otro aspecto, que la quinua hubiese sido objeto de desprecio por los consumidores urbanos, pues, por el contrario, siempre se le dio preferencia porque servía para preparar platos especiales.
Pese a esas características, al presente la población boliviana está dejando de consumir la quinua, pues se ha convertido en un artículo poco menos que exótico y de lujo, por haber adquirido precios casi estratosféricos, ya que, debido a arbitrarias políticas agrarias, la producción de ese grano está siendo destinada casi exclusivamente a la exportación, dejando desabastecido el mercado de consumo interno.
Si para la producción de soya se establece restricciones, en el caso que comentamos, de manera insistente se aplica desde niveles oficiales una política de producir quinua más para exportación que para consumo interno. En efecto, en menos de tres años el precio de la quinua en el mercado interno subió de 2 bolivianos a alrededor de 18 a 20 bolivianos la libra, o sea un incremento del dos mil por ciento, aspecto que está determinando que la población deje de consumir ese grano y lo sustituya con harina importada, ya que tampoco producimos trigo e inclusive se señala que su producción tiene tendencia a bajar.
Según informaciones recientes, la superficie cultivada de quinua entre 2005 y 2006 fue de 46.316 hectáreas y se calcula para el periodo 2013-2014 que lleguen al menos a 169.094 hectáreas, vale decir que aumenta la oferta del producto, lo cual debía determinar que el precio del grano sea más bajo. Empero, pese a ese aumento de áreas cultivadas y la consiguiente supuesta mayor producción, al presente no existe en venta el “grano de oro” en las ciudades y si se lo encuentra, su precio es inalcanzable, lo cual querría decir que el aumento de esa producción no beneficia al pueblo boliviano, que debía tener preferencia en cuanto a su abastecimiento.
La causa de la escasez y alto precio de la quinua se debería, en efecto, a que la producción está destinada al contrabando y la exportación y que en otros países la gente estaría conociendo sus ventajas, lo cual habría originado su mayor demanda en el exterior y con un precio en ascenso. Sin embargo, ese presunto resultado todavía está en duda, ya que el grano recién está siendo puesto a prueba, porque los sectores consumidores extranjeros no tienen costumbre de utilizar ese cereal y les es difícil cambiar su dieta diaria por otra que nunca conocieron.
De otro lado, la llamada “seguridad alimentaria” continúa en proceso de declinación debido al abandono de los campos, la migración a las ciudades, la erradicación de plantaciones de alimentos para sustituirlas con cultivos de coca, la errónea política agraria, etc. Se ha llegado al grado de que la población indígena está consumiendo carne que lleva de las ciudades al campo. Lo mismo ha sido denunciado con la papa y se señala que en el altiplano la producción de esta solanácea es tan baja que está siendo comprada y trasladada desde Cochabamba, todo lo cual muestra un panorama lamentable más a corto que a largo plazo.
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