Muchas voces dicen que el asunto de la invasión de Chile al Litoral boliviano es una cosa del pasado y debemos olvidarnos y hacer nuevos enfoques. Esta postura es desleal y traidora, porque debemos mantener nuestro repudio a ese acto de ocupación forzosa e injusta de nuestro territorio hasta conseguir la reivindicación al menos de un puerto. Bolivia tiene derecho a reintegrarse al océano Pacífico, porque necesita vincularse con todos los países del mundo, sin pedir permiso de nadie. Bolivia no mantiene esta actitud con un sentimiento de revancha, lo hace porque necesita proclamar la verdad del asalto pérfido que comenzó el 14 de febrero de 1879, al invadir Chile Antofagasta con fuerza armada y acorazados en su costa.
Después de esa ocupación, Chile continuó con la ocupación de Caracoles, Mejillones, Cobija, Tocopilla y finalmente Calama, donde un grupo de bolivianos resolvió hacer frente al invasor chileno, donde la superioridad bélica se impuso no obstante el heroísmo de los bolivianos. El combate se realizó el 23 de marzo de 1879, cuando un boliviano, don Eduardo Abaroa, brilló por su heroísmo sublime, sacrificando su vida después de lanzar al invasor que le intimaba rendición, ese grito de hombría: “Que se rinda su abuela c….”.
¿Pero cuál fue el origen de la invasión de Chile?, su ambición. Buscó el pretexto de que Bolivia incumplió el Tratado de 1874 que le imponía no elevar los impuestos al salitre que a esa fecha existían. Hemos demostrado que tal incumplimiento no existió, porque la Cía. de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta exportaba el salitre, libre de todo derecho de exportación. Entonces, cuando el gobierno de Hilarión Daza dispuso el gravamen de 10 centavos al quintal de salitre exportado, no estaba incumpliendo el tratado, porque no incrementó ningún impuesto, estaba simplemente borrando la gratuidad de la exportación, porque el tratado preveía que existía un impuesto y lo que dispuso no fue un incremento.
Otro pretexto que urdió Chile es que Bolivia le declaró la guerra el 1 de marzo de 1879. ¡Y esto lo repiten hasta los historiadores bolivianos! Lo cual es falso. El gobierno del Gral. Hilarión Daza al dictar el decreto de esta fecha, fue adoptando medidas precautorias ante la invasión chilena. Porque además la declaratoria de guerra era y es atribución del Congreso que nunca la utilizó.
Por otra parte, Chile al invadir Bolivia transgredió un solemne tratado multilateral firmado el 23 de enero de 1865 por Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Perú, Salvador y Venezuela, por el que se obligaron a no hostilizarse y no acudir a las armas como medio de resolver sus diferencias; sin embargo en plena vigencia de este tratado Chile agredió a Bolivia del modo más aleve.
Chile declaró la guerra al Perú el 5 de abril de 1879. Como consecuencia de este hecho, Bolivia concurrió a la guerra en territorio peruano, como aliada del Perú y nunca se desarrolló la guerra en territorio boliviano, que había sido ocupado violentamente durante los meses de febrero y marzo de 1879; no obstante los chilenos proclaman que Bolivia les declaró la guerra; que el Litoral boliviano fue conquistado con la vida y la sangre de sus soldados, lo cual es completamente falso. La guerra se desarrolló en territorio peruano, donde Bolivia participó como aliada del Perú, pero se impuso a Bolivia indemnizaciones de una guerra que nunca se desarrolló en su territorio.
Toda la historia de esa agresión del Litoral boliviano es una historia de fraude y podemos concluir que Chile se apropió del Litoral gratuitamente,
Los jóvenes y niños, todos los bolivianos, deben conocer que fue despojada y deben sostener vivo el sentimiento de reivindicación de nuestro territorio marítimo, vilmente desposeído, además, como un homenaje al sublime sacrificio de Eduardo Abaroa que ofrendó su vida por defender la Patria.
Abaroa es una lección imperecedera de profundo civismo y sacrificio que no deben olvidar los bolivianos; es un mensaje de alerta a los gobiernos, para que sean previsores en la defensa de sus derechos ahora latentes sobre el Litoral, es la advertencia para que el Estado no descuide sus fronteras; es el ejemplo de altivez que debe recoger nuestra juventud; es el palpitante amor al suelo que nos cobija; sea, en fin, el grito de repudio a toda injusticia y a toda agresión.
Bibliografía:
El Fraude de la Guerra y de la Paz, del autor.
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