Se está haciendo costumbre casarse hoy para divorciarse mañana, sin advertir el dolor que causan las parejas que se separan a los hijos. Muchas rupturas son atribuibles a infidelidad, incompatibilidad de caracteres, situación económica, inclinación al consumo de bebidas alcohólicas, causantes de la destrucción de hogares. Beber en demasía tiene consecuencias, el varón enviciado pierde a veces su fuente de trabajo y adquiere la costumbre de golpear a su pareja, que le reprocha por su conducta. Esta violencia de género, de maltrato a la cónyuge, se convierte en hábito y, finalmente, viene el divorcio. Naturalmente, las víctimas de una separación resultan ser los hijos, porque son abandonados y descuidados; la familia se desarticula porque el padre deja la casa y los hijos menores pierden no sólo a su progenitor, sino también a su compañero, y la madre ante esta situación conflictiva busca trabajo.
Lo grave es que cuando el padre logra ganar el amor de su hijo, y éste es abandonado repentinamente, al no existir la presencia del padre, como consecuencia se le crea al menor un trauma psicológico, se frustra, se vuelve callejero, desidioso, mal entretenido y busca frecuentar tilines, dejando la escuela.
Aquel hombre que abandona a su esposa e hijos por otra mujer o la mujer que abandona su hogar para irse con otro hombre que le ofrece condiciones de vida mejores, merecen otro capítulo. Esos son, a grandes rasgos, las consecuencias de situaciones por las cuales se dice: “El matrimonio no es nada, la ollita es la condenada”. ¿Y qué de los maridos golpeados?
En Bolivia se registra oficialmente un promedio de 16 divorcios al día. En La Paz existen 53 sentencias de divorcio a la semana, lastimosa cantidad que nos da una idea de cómo se deshacen los hogares y se destruyen los matrimonios, que deberían ser una alianza de amor entre el varón y la mujer, un sacramento de amor a Dios, una unión de fidelidad hasta la muerte, ya que el amor es gratitud de entrega. Tal vez las parejas han contraído nupcias con prisa, para liberarse de sus padres que se sienten aburridos con ellas o por conveniencias personales mutuas. En un 98% de los casos, los hijos se quedan con los abuelos o la custodia de la madre.
Otro aspecto influyente del problema es el económico, debido a la falta de fuentes de trabajo. Están desocupados más de 120 mil profesionales jóvenes, muchos se van de Bolivia, con rumbo a otros países en busca de mejores posibilidades y condiciones de vida.
En cuanto al consumo de alcohol, Bolivia está en el tercer lugar en el mundo, pues su gente prefiere embriagarse antes que tomar leche. Si existe una maldición en la humanidad, es ésta, sin vuelta de hoja, el alcohol es el causante de la degradación más lamentable de hombres y mujeres. El alcoholismo abre las puertas de los hospitales, empuja a los abismos del crimen, la degeneración y la fatalidad, la gente del pueblo dice “borracho estaba, no me acuerdo”.
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