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En el primer día de operaciones de un nuevo sistema de asignación de divisas el bolívar venezolano ha experimentado una depreciación del 87.85%. Si esta depreciación será constante, se habrá de ver con el correr de los días. De momento, si Ud. tenía 100 unidades monetarias en el banco, la noche del lunes, al cerrar la jornada el valor real de lo que usted disponía era de 12.15, un encogimiento brutal. En teoría, el decrecimiento del valor podría detenerse o incluso revertirse.
La tasa única de cambio oficial hasta la aplicación del nuevo sistema (SICAD) era de 6.30 por un dólar. Al cerrar las operaciones el lunes, los operadores habían pagado un promedio de 51.86 bolívares, 8.5 veces más que el valor oficial anterior. Bajo cualquier óptica, el descenso del valor de la moneda venezolana causa vértigos. Hasta el domingo, teóricamente era posible comprar un bolívar con 16 centavos de dólar. Al cerrar operaciones el lunes, bastaba un poquito menos de dos centavos para adquirir el mismo bolívar. Una ganga para el que tiene dólares. Un desastre para el que debe comprarlos.
El gobierno dice que las divisas que vende el Banco Central de Venezuela bajo el nuevo sistema representan sólo un siete u ocho por ciento del total del que dispone para sus transacciones y comercio exterior. El grueso de los movimientos de divisas, insiste el gobierno, cubre la importación de alimentos, medicinas y otros insumos fundamentales. El problema es que la gente se guía por el valor más alto, en torno al cual todo el sistema de cambios suele converger.
¿Quién gana más con esta alteración hacia arriba? El gobierno, las arcas del tesoro, que dispone ahora de más bolívares para gastar, cuando menos ocho veces más respecto a ese siete u ocho por ciento que el gobierno dice que es buscado por los operadores particulares.
Se presenta una situación muy parecida a la que reinó hasta el 18 de febrero de 1983, y aún años después. El gobierno de entonces vio que no podía mantener la tasa de 4.30 bolívares por un dólar a causa del aumento descomunal de los gastos públicos. Tenía miedo a devaluar. La palabra causa escalofríos en todo el mundo y hace temblar a los políticos. Fue creado un sistema triple que mantenía la tasa de 4.30 X 1 y agregó otras dos. Una de seis bolívares por un dólar y otra de 7,50 por dólar. Con la de 6 X 1 se podía importar hasta relojes Rolex. En poco más de un año, las tasas eran unificadas alrededor de la de mayor valor (7,50) y de ahí comenzaba una aventura en la que la moneda venezolana sólo caía en valor y el valor del dólar sólo subía. Eso ha seguido a lo largo de años. Hace poco, el gobierno hizo lo que otros gobiernos en otros países hicieron: una eliminación de ceros para su valor cambiario que dio la apariencia de que la moneda no estaba tan depreciada. El gobierno del Sr. Maduro pretende hacer creer a sus compatriotas que su moneda está protegida y que el siete u ocho por ciento será sofocado. Falso. No pasará mucho tiempo antes de que ese segmento prevalezca.
Una manera de compensar el crecimiento incontrolable del gasto público es aumentar los precios de los carburantes, que en Venezuela siguen siendo los más ridículamente bajos del mundo, y diversificar la producción, con énfasis en la agroindustria. El gobierno de Nicolás Maduro es renuente a hacerlo, pero más temprano que tarde se enfrentará a esa decisión existencial. Los millones que han salido a las calles han apresurado el momento de esa decisión.
Nota: Sigue sin freno la forma de calcular una depreciación. Una respetable cadena británica de informaciones trae en su portal una noticia que sostiene que en Venezuela se ha dado una devaluación del 500%. ¡Caramba, el 100% habría sido suficiente para borrar del mapa la divisa venezolana por completo!
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