Sin hacer juicios de valor acerca de aspectos del acontecer cotidiano, se puede decir que el país ha ingresado en una vorágine de problemas tanto económicos como políticos que revelan la existencia de una época de notables contradicciones dialécticas, que podrían terminar con una solución lógica de acuerdo con la relación de fuerzas imperante.
Desde hace algunos años el desarrollo socio-político del país ha ido mostrando una serie de fenómenos de magnitud, como los casos Chaparina, terrorismo o la fuga del ex fiscal Soza, que pese a su magnitud no fueron solucionados y, por el contrario, fueron embrollados hasta niveles donde se hacía imposible comprenderlos. Es más, parecía que con semejantes enredos, esos numerosos temas podrían quedar en el olvido.
Sin embargo, dichos casos, pese a las más diversas maniobras de distracción de todo tipo, salieron a flote con mayor energía y volvieron a la actualidad con tanto peso como cuando habían nacido. De nada sirvieron diversos recursos para “tapar” los hechos que tanto se trató de hacer desaparecer o bien desviarlos hacia intereses ajenos a la verdad.
Es más, no sólo esos aspectos reaparecieron con más vigor, sino que todos ellos se juntaron en el orden del día de los problemas nacionales y terminaron por conformar una sola masa que ha alcanzado proporciones abrumadoras, tanto para sus protagonistas como para la opinión pública y en especial para ésta última, que se encuentra anonadada por la presencia de actitudes y manipulaciones que se pensaba que habían desaparecido para siempre.
La maniobra de tratar de hacer desaparecer, reducir su tamaño o subestimar hechos de consideración impactante ha terminado -se puede decir- en un fracaso de consideración. Pero no sólo han fracasado esas manipulaciones, sino cual bumerang, se han vuelto contra las cabezas de quienes las imaginaron y pusieron en práctica. Pero, además, agravando la ineficacia del procedimiento, se deriva en errores de mayor proporción.
Efectivamente, en vez de tomar al toro por las astas (como dice la sentencia popular) se esquiva la situación o al tratar de evitarla se termina dando pábulo a las denuncias. Se produce el caso, por ejemplo, de que cuando se busca negar o deformar la existencia de hechos de origen conocido y de conocimiento público, se llega al extremo de que “negar es afirmar”.
Esa sería una táctica errónea de hacer defensa de una actitud. Pero también se practica otra engañifa táctica que se convierte en auto acusación. Este último procedimiento consiste en reaccionar hormonalmente frente a las denuncias y proceder con energía inusitada, buscando hacer desaparecer las pruebas, forma de actuar que permite llegar a la conclusión de que “quien demuestra mucho, no demuestra nada”. Vale decir que toda argumentación termina en un enorme cero, la verdad sale a flote con fuerza renovada y se vuelve contra la cabeza de los autores de la medida de distracción. Así, el proyecto salvación deviene en la perdición.
De esa forma, la conducta de no enfrentar en forma valiente la realidad por dura que fuese, negar su existencia, practicar el escapismo o tratar de engañar a la opinión pública con cortinas de humo, se convierte, finalmente, en su contrario, es decir que negar es afirmar y demostrar mucho es demostrar nada.
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