Ardid chileno que es como una zancadilla

La creciente actualización de la demanda en sentido de que Chile escuche el pedido de Bolivia de tener una salida al océano Pacífico sobre la base del territorio de Atacama, que le fue arrebatado por una usurpación alevosa en 1879, ha tenido notables características en últimos años y, en forma general, se puede considerar que ese proceso político ha registrado una serie de apreciables avances y retrocesos.

En primer lugar, la situación se caracterizó por una apertura de negociaciones con motivo de la Agenda de los 13 puntos, la misma que fracasó estrepitosamente sin que se hubiese registrado ni el menor progreso. Es más, la Agenda tuvo que ser congelada e inclusive se le puso los santos óleos, lo cual colocó a la Cancillería boliviana en una nueva situación de defensiva y a la del Mapocho en la ofensiva.

Ese estado de cosas se quebró cuando Bolivia puso de nuevo en tapete la cuestión de su enclaustramiento, a partir del momento en que decidió recurrir a la Corte Internacional de Justicia de La Haya, decisión que cambió la relación diplomática e hizo que el gobierno de La Paz pase a la ofensiva y provocó que la Cancillería de Santiago fuese puesta en la defensiva y obligada a una situación que no enfrentó en mucho tiempo. Tal conducta la obligó a acudir a recursos que había descuidado o no los tomó en cuenta en mucho tiempo, más aún desde el momento en que la diplomacia de Santiago se encontraba desmantelada a raíz de los cambios que introdujo Augusto Pinochet durante su larga dictadura.

Esa situación originada en la demanda de La Paz al tribunal de La Haya creó un punto de inflexión, al cual se agregó el retorno al gobierno de Chile de Michelle Bachelet, al que el gobierno de Evo Morales le reiteró la solicitud de atender el pedido boliviano de recuperar una salida al mar, poner en el tapete de conversaciones la Agenda de los 13 puntos y en particular empezar una negociación para la reivindicación marítima.

La nueva situación permitió a Bolivia pasar a la ofensiva, pero de pronto se produjo un cambio inesperado. En efecto, Michelle Bachelet puso un ardid al gobierno de Evo Morales, al dejar la situación en un punto muerto y afirmar por medio de un comunicado de la Moneda que “Chile está abierto al diálogo bilateral con Bolivia” (…) “Sin embargo, ese diálogo no puede incluir el punto 6 de la agenda -tema marítimo- que el propio Estado Plurinacional de Bolivia decidió someter unilateralmente a un proceso contencioso ante la Corte Internacional de Justicia de la Haya”.

La posición chilena muestra, en esa forma, su impermeabilidad a tratar la cuestión del mar con Bolivia, pero esta vez no por decisión de Santiago, sino debido a la demanda boliviana ante La Haya, la misma que habría creado la dificultad al recurrir, oportuna o inoportunamente, a la justicia internacional.

Así, ahora, la Cancillería chilena acusa a la de La Paz de dificultar las negociaciones marítimas, pues si ésta no hubiese presentado la demanda en La Haya, tal vez se habría podido producir alguna negociación. Por otro lado, el Gobierno boliviano (que como reacción busca conversaciones inmediatas) ha insistido en que no retirará su demanda ante la Corte Internacional, lo cual originará un estancamiento para cualquier negociación, hasta que La Haya tome alguna decisión, la misma que se producirá dentro de tres o cuatro años…