La suerte de Chile, Bolivia la desea

Tal vez han escuchado el lema: “la suerte de la fea, la bonita la desea” y ¿por qué hago la analogía entre Chile y Bolivia?, para empezar, habría que pensar si verdaderamente es suerte que Chile haya dado el salto al “primer mundo”, con un PIB per cápita de $us.18 mil por año y que sea objetivo de muchas personas, entre ellos europeos y principalmente españoles. ¿Quién hubiera dicho hace algunos años que habitantes de la poderosa Unión Europea verían a un país de Sudamérica como su norte y esperanza de hacer una vida plena ahí?, pues esto ahora es una realidad.

Chile ha sabido manejar sus políticas de estado consistentemente a través de los años, y sus gobiernos de turno, ya sean nacionales, departamentales y municipales. Entre ellas por ejemplo, negarse rotundamente a cedernos territorio para la salida al mar, obligando a Bolivia a pasar por su territorio y convertirse en la gallina de los huevos de oro para el norte chileno, ya que al ser el desierto más árido del mundo, sólo le quedan dos opciones económicas, la industria del comercio y del turismo, ambas motivadas por bolivianos.

Ilusoriamente Bolivia piensa que sólo por pedirles de “favor”, los chilenos aceptarán ceder este territorio, habría que pensar más a fondo políticas de estado, mejor de contenido realistas. Ahora la pregunta sería ¿cómo obligar económicamente a Chile a pensar en ceder este territorio?, tal vez con intercambio de tierras como las del altiplano, agua, o algo que pueda ayudar a que al norte chileno le sea de utilidad. Bolivia cuenta con extensiones enormes y que no usará en los próximos 300 años, de tal manera, que ambos puedan crecer, o bien, tomar la medida comprometida por absolutamente todos los bolivianos, incluyendo al Estado, para cerrar completamente las fronteras con Chile, hacer las construcciones necesarias para salir por Ilo, efectuando inversiones en la bahía, otorgando condiciones favorables para la salida por este puerto a los comerciantes o empresarios. Tal vez nos cueste, pero obligaríamos a Chile a pensar de verdad en nuestra salida añorada al mar.

Debemos actuar de manera más creativa y estratégica, no sólo seguir pensando en los 500 años pasados. Debemos actuar para los 500 años venideros, ¿qué futuro nos espera si sólo seguimos pensando en el pasado? Y no lo vean como una crítica al actual Gobierno, ya que muchas de sus actitudes y actividades han sido acertadas, según mi criterio, aunque se debe reconsiderar muchas otras, pero la solución no será crear una generación revanchista.

¿Cuál es la verdadera diferencia entre chilenos y bolivianos? Tal vez el verdadero compromiso de Chile con su propio país, y no con su partido político, religión, cultura u otros. Es increíble ver cómo los mismos bolivianos al cruzar cualquier frontera, son las personas más ordenadas y responsables que pueda haber, y tan pronto retornan, vuelven a sus antiguas malas costumbres, al sobornar, botar basura en las calles, causar caos vehicular y mostrar mala conducta. En cambio la gente chilena es verdadera impulsora de su país, respetando muy bien a sus carabineros y leyes de su nación, pero con políticas de Estado bien pensadas, planeadas y ejecutadas desde el principio de la fundación de su país.

Chile al ser sólo una franja y tener pocos recursos naturales, o culturales viene robando las tradiciones y cultura de Bolivia desde hace muchos años, como por ejemplo con el Carnaval andino en Arica, copia fiel del Carnaval de Oruro, con 6.000 bailarines en 60 comparsas y 3.000 personas en las bandas musicales y los artesanos bolivianos que elaboran todos estos trajes o las manualidades de Alasita, sin pensar en su país y sólo con el afán de bailar y/o lucrar con egoísmo, mostrando la cultura boliviana como si fuera chilena. Nadie por ser “buena gente” dirá que “eso” es tuyo, tal vez con políticas de estado y compromiso de todos nosotros podamos controlar estos excesos.

Para empezar, “BOLIVIA” debería ser una marca en todos los trajes folclóricos, miniaturas de Alasita e instrumentos musicales que se elabora acá y/o que sean bolivianos, y que estén a la vista de los espectadores, basta de ser tan ilusos.

Tal vez sea el momento de ponernos la mano al corazón, pero no sólo para cantar el himno nacional o por el día del mar, sino poner de verdad el hombro a nuestro país, no sólo gritando el nombre de BO-LI-VIA en el estadio, sino comportarnos con civismo y empezar a abrir nuestras mentes, incluyendo opciones más creativas, futuristas y estratégicas para el bien de nosotros mismos y las futuras generaciones.