Camino

En el pueblo alejado de la ciudad, el silencio es impresionante. El disco de oro cae lentamente en lontananza pronto a desaparecer entre gigantescas montañas rocosas cuyas sombras esbozan figuras inverosímiles.

La brisa es suave pero mueve altísimos árboles cuyas cimas pretenden alcanzar el infinito cielo. Miles de hojas secas son arrastradas por el viento y vagan sin rumbo fijo.

La altura celeste ostenta nubes colosales y blanquísimas formando escenas inauditas.

El clima es envidiable. No se siente frío ni calor.

***

Para admirar ese paisaje llego a un largo camino. Sinuoso y angosto es el sendero que se pierde en la distancia.

Avanzo con lentitud y al mismo tiempo medito profundamente.

De pronto escucho una voz interna que me dice: “camina…camina…”

Con ese impulso apresuro el paso. La voz insiste en su pedido.

Mis pasos ya son más rápidos y el camino se alarga cada vez más.

Observo hacia adelante… apresuro el ritmo. Y cuando mis pasos se hacen más rápidos, el camino se alarga más y más.

He perdido la noción del tiempo. Y es entonces cuando escucho nuevamente la voz insistiendo: “sigue… sigue… es tu camino…”

Y sigo hasta percibir que la voz es la del destino y el camino es la senda hacia la eternidad.