Juan Bautista Del C. Pabón Montiel
Un lienzo está estampado con el óleo de más de un siglo de vida del Decano de la Prensa Boliviana. EL DIARIO cumple un año más de vida en este 5 de abril, en pleno otoño, cuando las hojas caen para reverdecer en la primavera, renovando la vida con oro y jaspe. Las retamas andinas, con el perfume de los siglos, fueron como la alfombra para el nacimiento del periódico, cuya cuna de nieve soberana lo vio nacer altivo y caballero, a principios de la centuria pasada; jamás se manchó con el vil metal, menos con los enemigos de la nacionalidad.
EL DIARIO lleva sobre sus hombros el testimonio de un siglo de luces, de sombras que en algún momento se cernieron sobre la Patria, haciéndose mosto, para resucitar en el vino sagrado de la verdad. En el Siglo XX, el Decano de la Prensa Nacional publicó notas de las firmas consagradas y preclaras de lo más selecto de la sociedad nacional en sus secciones editorial, opinión e internacional. Con las notas escritas por recta conciencia que el centenario matutino publicó, ha merecido que sean colocados laureles en su frente y las de sus distinguidos lectores.
Durante la Guerra del Chaco, sembrada de sangre y ofrendas humanas, fue el periódico paceño su vocero rectilíneo al informar sobre el descalabro chaqueño, cuyos responsables señala la historia con ácido y martillo. Ante motines, revoluciones, conspiraciones, encierros palaciegos en los que fueron planeados los más grandes designios y las más oscuras maquinaciones, EL DIARIO fue un centinela insobornable de autenticidad y fidelidad con la República.
En sus espaldas morales el Decano de la Prensa cargó responsabilidades por la información veraz, nunca desmentida. Pero los cardos enemigos de las libertades se alzaron para cerrar las voces del veterano matutino de la calle Loayza. Hoy tienen otros nombres, otras manipulaciones con el nombre de embargo o deudas al fisco.
Esos puñales arteros se los encuentra en las noches, en las paredes encerradas para asesinar la libertad que tiene el nombre de EL DIARIO.
La libertad, señores, no es patrimonio de dictadores, de gendarmes o mayordomos que montan el caballo de corregidor creyendo que a látigo se impone silencios ante sus crímenes; ante la corrupción impune o la trama circense. Los autoritarios creen que sus mentiras son menú de la ciudadanía inocente y que no existen hombres probos capaces de desmentirlos. El centenario periódico es nuestra palestra y los colaboradores, columnistas y lectores nunca renunciaremos a defenderlo ante las agresiones.
Un abrazo a la familia de EL DIARIO, a lectores, ejecutivos, administradores, periodistas, fotógrafos y a todo el personal de tinta y papel de nácar y rosas que adornan las ediciones primorosas del matutino. Los llevamos en nuestro corazón, sin más condición que la de seguir como granos de trigo para que la trilla dorada alimente el alma del público.
Que EL DIARIO y sus distinguidos lectores reciban el abrazo y la gratitud desde estas tierras cálidas de soles que no mueren al cerrar la tarde.
Puerto Suárez - Santa Cruz, Bolivia.
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