Candente debate Estado-Iglesia

En primer lugar la opinión pública se sintió profundamente conmovida y hasta escandalizada por la denuncia de un diputado en sentido de que una cuñada del Vicepresidente del Estado habría sido beneficiada con un millonario contrato en una empresa estatal (denuncia que fue desmentida por éste, por no tratarse de tráfico de influencias).

En segundo lugar, la población en su conjunto se sintió aún más confundida a raíz de la polémica pública entre importantes instituciones con autoridades del Estado, la misma que se desató como efecto de ese supuesto acto de corrupción en la empresa BoA, acto que “destapó” otros asuntos de gran cuantía que están pendientes de aclaración.

El tema central de la polémica empezó cuando el vicepresidente García Linera, al ser relacionado con un contrato de servicio de refrigerio entre su cuñada y la línea BoA, reaccionó enérgicamente y solicitó rescindir el contrato, tratando de poner, en esa forma, a salvo el prestigio oficial, apreciación que, dada su contundencia, en vez de calmar los ánimos, provocó una ola de reacciones y determinó la respuesta de algunas instituciones.

En efecto, la primera reacción partió de una autoridad de Naciones Unidas que, al verse alarmada, demandó que los casos de corrupción fuesen debidamente aclarados y resueltos. Poco después, el presidente de la Conferencia Episcopal Boliviana afirmó que “no podemos callar ante los casos de corrupción y extorsión que nos dejan perplejos”, palabras que aviaron el malestar público que originó el caso BoA que, por lo demás, fue haciéndose más confuso, hasta que el Presidente del Estado ratificó su confianza a su inmediato colaborador.

El debate entre las autoridades estatales, Naciones Unidas y la Iglesia se magnificó con las declaraciones de analistas y políticos. Pero llegó a su culminación cuando la Ministra de Comunicación acusó a la Iglesia Católica de ¡“oscurantista”! y ¡“medieval”! Esa Ministra declaró: “Esta cúpula de la CEB aún permanece en el oscurantismo… es medieval, no sabe leer la realidad y no la entiende. Pero consideramos que es normal en una cúpula que permanentemente ha dado muestra de una retórica de humildad… pero que solamente ha quedado en la retórica, en los artificios verbales” (sic), tratando, de esa manera, de atenuar la expresión de perplejidad de la Iglesia.

La virulencia de la polémica originada por el caso BoA se acrecentó con la reaparición de otros asuntos de actualidad, como la fuga del ex fiscal Soza a Brasil, el crecimiento de casos de narcotráfico, el caso Chaparina, la cuestión del ex Jefe Anti Corrupción Cnl. Sanabria, el tema del coronel Fabricio Ormachea, el asunto del terrorismo, el episodio del hotel Las Américas de Santa Cruz y otros varios, etc., hasta formar una masa de denuncias que tiene anonadada la lógica popular, mientras el aparato estatal trata de capear con reacciones cada vez más agresivas, como la del presidente de Diputados que reaccionó manifestando “¿qué dicen de los curas pedófilos?, ¿qué dicen de la corrupción al interior de la iglesia”?

Finalmente, llevando el debate al nivel de batalla campal extremo, esas posturas fueron rechazadas por algún analista que sostuvo que “El país está perplejo y desilusionado de que aquellos que se autoproclamaban como la reserva moral del país, que están haciendo lo mismo que aquello que combatieron en el pasado”. Por su parte la misma Conferencia Episcopal remarcó su pena expresando que “las esperanzas que tenía el pueblo en una forma de gobernar con honestidad, se van desmoronando”.