Con profunda lástima e indignación contemplamos indefensos los horrorosos y mediocres complejos de muchísimos inadaptados sociales con gran dosis de alteraciones mentales, quienes plasman su resentimiento en pintarrajeados inescrupulosos, sin respetar iglesias, monumentos, universidades, colegios, hospitales, viviendas, parques, plazas, letreros y hasta cementerios.
La tremenda contradicción que hoy nos preocupa es que nuestra hermosa e ínclita ciudad de La Paz se encuentra en competencia, con grandes posibilidades de ser designada CIUDAD MARAVILLA, lo que sin duda alguna originaria una elevada categoría de metrópolis, incentivando el crecimiento del turismo, que siempre significa importantes ingresos para nuestro país y la generación de más empresas y empleo en esta “industria sin chimeneas”.
El permanente atentado intolerable que se hace en contra de la propiedad privada, la estética, la limpieza y la imagen de nuestra ciudad nos recuerda al sociólogo y criminólogo norteamericano Teeters, quien decía, cuando analizaba la criminalidad de la juventud, que lo más importante en una sociedad bien organizada es el RESPETO A LA PERSONA y a la PROPIEDAD DE LOS DEMÁS. Los grupos y pandillas juveniles tienen como mayor actividad criminal el llamado vandalismo. Esta desviación de la juventud se encuentra a menudo facilitada e incluso favorecida por la falta de educación, falta de afecto y amor en la familia y falta de autoridad y disciplina en el hogar.
Actualmente en las bandas o pandillas bien organizadas existe una distribución del daño a causar o el delito a consumar, ya que algunos se dedican a atracar a borrachos sin esperar alguna resistencia, otros se juntan para cometer abusos sexuales y en muchos casos asesinatos; también una importante cantidad de estos jóvenes se reúne para consumir alcohol y después agredir a quien tenga la mala suerte de estar cerca al lugar. Resulta que ahora otra de las modalidades para adquirir notoriedad de estos sujetos, ya sea en pequeños grupos o hasta individualmente, constituye el pintarrajeado de todo lo que encuentran a su paso, como otra modalidad de intolerable VANDALISMO.
Esta furia destructora no tiene todavía una explicación de acuerdo con los psicólogos y criminólogos, quienes sospechan o presumen que podría originarse en un resentimiento social, enfermiza envidia contra la propiedad ajena, complejo de inferioridad o definitivamente una conducta inadaptada al medio que rodea al vándalo, mostrando un comportamiento desordenado. El furor de destruir de los jóvenes procede a menudo de un sentimiento oculto de VENGANZA contra la sociedad.
Pensamos que antes que los ciudadanos reaccionen violentamente contra los atentados a su propiedad, deberíamos todos buscar medidas preventivas o sancionadoras contra los autores de esta abusiva criminalidad impune, originada en su mayoría por jóvenes, hombres y mujeres, que sin causa justa afean y deslucen la estética de nuestra oh linda La Paz, especialmente en su arquitectura decorativa.
Ojalá la Cámara de Diputados, la de Senadores o el Concejo Municipal proyecte una ley contra este atentado, porque pedir a la inoperante policía que controle especialmente en las noches este vandalismo sería perder el tiempo. Llegó la hora de arrestar y sancionar a estos depredadores del patrimonio ajeno, para que reparen y solventen el daño que causan, debiendo abrirse también un registro especial policial para hacer un prontuario de los inadaptados sociales del pintarrajeado.
El autor es abogado y docente universitario.
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