Según decisión del Legislativo, el aborto continúa calificado como delito o atentado contra la vida humana; pero, extrañamente, se abre un cauce sumamente peligroso y es que será el juez el que decida en qué casos extremos se realizará. Esos casos extremos, según explicaciones, se trataría de violaciones y que las víctimas no querrían dar a luz una criatura que sea efecto de la violencia.
Lo cierto es que por “casos extremos” podría haber muchas interpretaciones y todo quedaría sujeto a criterio del juez que juzgue cada caso. El hecho sería muy grave porque cualquiera que no desee tener un hijo y haya sido víctima de algún tipo de violencia sin llegar a la violación, podría aludir que su caso implica “extremos”. Se presentarían muchos pretextos con tal de violar la prohibición del aborto.
La verdad es que la vida es sagrada y el aborto es un crimen tan igual que cualquiera que se realice en vida de una persona porque cada concepción implica que ella es vida y crea un ser humano que tiene derecho a vivir. Es bien sabido que desde los primeros días de la concepción hay vida y que cualquier raspaje o aborto resulta un crimen.
Prohibir el aborto dándole “salidas interesadas” no es impedir que el hecho se realice; es, simplemente, la violación de un principio elemental de preservar, cuidar y respetar la concepción de un ser humano en el vientre materno.
El aborto es no solamente la supresión de una vida, es también violentar la salud y la vida de una mujer que ha sido sometida a semejante operación, muchas veces realizada en pésimas condiciones y por manos no profesionales. La vida de la mujer se expone a que, por efecto del aborto, sea expuesta a complicaciones inmediatas o mediatas porque hollar el cuerpo humano es atentar contra la seguridad de la vida, puede ser el principio para la presencia posterior de graves dolencias y, finalmente, es disminuir los años de vida que una mujer pueda tener.
El aborto no puede ni debe estar supeditado a la voluntad de quien ha concebido y menos al criterio de jueces o autoridades que “consideren necesario realizarlo”. La vida es sagrada para todo ser humano y no puede ni debe ser mancillada en ninguna forma. Quienes consideran que la mujer tiene libertad para decidir sobre su vida y lo que haga con su cuerpo, están equivocados porque la vida pertenece a Dios que la dio, al esposo y padre de niños que puedan nacer en el futuro de una mujer. Esa vida resulta sagrada porque nadie tiene el derecho de restarle tiempo por efecto del aborto.
El Legislativo tendría que revisar sus decisiones y calificar al aborto como un crimen que no puede ser realizado debido sólo a la voluntad del libertinaje de una mujer o del juez que juzgue el caso.
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