[Luis S. Crespo]

El Día Histórico - 7 de abril de 1880

Consejo de guerra en Tacna


Las tropas chilenas vencedoras en Pisagua y San Francisco derrotadas en Tarapacá fueron al norte, desembarcando en Pacocha e Ite, de donde se internaron hacia Locumba distante 13 leguas de Tacna. En esta ciudad permanecía el ejército unido al mando del general peruano Lizandro Montero y del coronel boliviano Eliodoro Camacho.

En meses anteriores, Camacho había sido enviado por el Gral. Prado, presidente del Perú, a la caleta de Ite, para examinar por dónde podía desembarcar el enemigo. En este viaje de exploración, había estudiado cuidadosamente el teatro a su juicio probable de las futuras funciones de armas.

En 1880, hallándole ya el ejército chileno en Locumba, el Cnel. Camacho convocó a una junta de oficiales, generales de los ejércitos aliados, para exponerles el plan de campaña que había concebido.

Este consejo de guerra se reunió el 7 de abril de 1880. Allí propuso Camacho que el ejército aliado abandonara resueltamente Tacna, que “militarmente hablando era una ratonera como Sedán” y ganando la delantera al enemigo marchara a posesionarse de Sama para, librar allí la batalla campal a los chilenos, con la seguridad de vencerlos con facilidad.

“El caudillo del ejército boliviano sostenía con excelentes razones estratégicas, que ocupado el valle de Sama, el enemigo tendría que concentrarse con grandes dificultades en el malsano paraje de Locumba por la trabajosa vía del Hospicio, por cuanto con aquella medida quedaba interceptada su comunicación con las vecinas caletas de Sama y de Ite. Y a lo lejos, en distinto campo, el general en jefe del ejército chileno pensaba y procedía como su sagaz rival, por cuanto el Gral. Baquedano manifestó siempre la mayor ansiedad para posesionarse de esos puntos estratégicos antes que el enemigo, persuadido de que ganados por aquella campaña podía convertirse en un gran desastre”.

El historiador chileno Benjamín Vicuña Mackena, a quien pertenece lo transcrito, agrega: “Y hay constancia, en efecto, de que si a mediados de abril se hubiera aceptado el consejo y animoso ofrecimiento del jefe de la división boliviana (Camacho), para marchar a batir en detalle las columnas que llegaban a Locumba y avanzaban sus exploraciones hasta Sama, habría podido visitar nuestros anales militares una luctuosa fecha. Porfió, en efecto, cuanto le fue dable al coronel Camacho en el ánimo de Montero, su jefe superior a la sazón, a fin de realizar aquellos fines, brindándose a llevar en persona sus cuatro mil soldados bolivianos, agiles y sufridos para el intento”.

“Montero se opuso tenazmente al plan de Camacho, alegando que tenía instrucciones para no abandonar Tacna. Le replicó Camacho que la defensa de Tacna estaba en Sama. Montero insistió en su negativa, y así terminó el consejo de guerra.

Angustiado Camacho ante situación tan grave, remitió al presidente Campero el plan de campaña que había concebido.

Cuando el presidente Campero llegó a Tacna y se trató de poner en ejecución este plan, era ya tarde: el ejército chileno había ocupado Sama.

Hoy ya nadie duda de que Sama fuera la victoria para las armas aliadas.

Lloremos, pues, inconsolables los bolivianos, porque el éxito de una batalla decisiva de la guerra no hubiera importado para nosotros una victoria fecunda, al propio tiempo que hubiera sido la obra maestra de un gran general, debida a su talento penetrante, a su golpe de vista, a su arrojo indomable, ejecutando una marcha tan rápida como gloriosa”.

La responsabilidad del desastre del Alto de la Alianza corresponde al jefe peruano, y esto lo reconocen los mismos historiadores del Perú, entre ellos Mariano Felipe Paz Soldán, quien en su “Narración histórica de la guerra de Chile contra el Perú y Bolivia”, página 460, dice: “El coronel Camacho creía y con sobrada razón que el valle de Sama presentaba posiciones más ventajosas que Tacna para acampar allí y aceptar la batalla…

Entre la opinión de un experimentado general y la de un novicio (Montero) no cabía duda, se perdió la ocasión, que la aprovechó el enemigo. Todo estaba destinado por la providencia para precipitar al Perú en el abismo”.

Fuente: EL DIARIO, 7 de abril de 1928.

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