Un indicador básico para conocer el estado de la economía de un país es el referido a la producción de artículos manufacturados y su relación con la exportación de materias primas. Por esos aspectos se puede medir no sólo el grado de desarrollo económico sino también el nivel de su independencia política, así como el porcentaje de autodeterminación que han alcanzado.
En otras palabras, cuando un país exporta más productos manufacturados y a la par exporta menos materias primas sin elaborar, se encuentra en un ritmo de progreso sostenible y en un proceso de conquista de su independencia política. Por el contrario, si ese país tiene menor producción y exportación de mercancías con valor agregado y exporta más materias primas, se puede asegurar que se encuentra en proceso de franca decadencia e ingresó en una etapa de franca dependencia colonial.
Esos conceptos adquieren carácter axiomático incontrastable con alcance universal, más aún en el mundo contemporáneo que se caracteriza por la producción industrial, así como por la necesidad de utilizar materias primas para el mantenimiento de grandes masas de población.
Esos aspectos tienen particular importancia para Bolivia en la actualidad y, en ese sentido, es necesario enfrentar la cruda realidad con frialdad, de tal forma de obtener un diagnóstico (utilizando un término médico) correcto de la situación y, al mismo tiempo, proponer las soluciones necesarias para alcanzar la independencia económica y política del país.
Al respecto, la estadística real acerca de la producción de artículos manufacturados y la exportación de materias primas en nuestro país es poco menos que desoladora, al contrario del optimismo de algunas autoridades que se llenan la boca con éxitos financieros. En efecto, según la Cámara Nacional de Industrias, Bolivia es el país más atrasado de América Latina en cuanto a la exportación de manufacturas. El dato estadístico indica al respecto que sus exportaciones de bienes con valor agregado sólo alcanzan al 4,9 por ciento anual, la cifra más baja de la región.
En cuanto a la exportación de materias primas en bruto, vale decir sin valor agregado, un dato de Cepal remarca que las exportaciones de Bolivia llegan al 95,1 por ciento anual del total de sus exportaciones anuales, es decir en un nivel inferior a Paraguay. En ese sentido, se observa un indicador comparativo preocupante, pues Bolivia está entre los países de la región en el lugar más bajo, mientras Brasil muestra exportaciones manufacturadas por 34,7 por ciento del total, Chile del 13,8 por ciento y Paraguay de 8,8 por ciento.
Los datos numéricos son por demás elocuentes y como dicen los economistas, “los números no mienten”. Revelan, a la vez, una lamentable realidad que, por lo demás, tiende a agravarse. Pero, además, si en el aspecto numérico se observa un dato alarmante, el asunto empeora si se lo considera desde el punto de vista político. Efectivamente, si un país sólo exporta materias primas está condenado a la dependencia colonial, Bolivia se encuentra sometida a ese estado en ritmo cada vez más agudo, como confirma el hecho de que en últimos diez años, la industrialización manufacturera está estancada en el 16 por ciento del PIB y con pocas o ninguna perspectiva de mejorar.
Como conclusión se puede agregar que mientras por un lado, de palabra se hace referencia a una lucha contra el colonialismo, en los hechos lo que está ocurriendo en Bolivia es que su condición colonial, tanto económica, como política, está creciendo en forma sostenida.
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